"A veces pienso que hay un verdadero abismo entre la gente que anda por las calles, y yo. Me doy cuenta de que todos andan de un lado a otro ocupados en sus cosas, sin maravillarse del absurdo en que están inmersos. Yo no puedo dejar de maravillarme, y es en ese preciso punto en que comienza el sentimiento de lo maravilloso cuando la ciudad se redime y se transforma, para mí, en arte. De sufrir la ciudad paso a disfrutarla: la velocidad de los automóviles, la furia automática de los automovilistas, la carrera agotadora sin fin, con su tendal de vidas, la ansiedad, el atroz desequilibrio; el ruido, el humo, la muerte amenazando en cada cruce, el desgaste inútil de los nervios de las personas, de las vidas de las personas. Es como un cuadro lleno de fuerza, pintado por un loco; es arte, el arte más elaborado, más audaz, más avanzado; arte contemporáneo en permanente evolución. Es el fin de la razón, es el comienzo de la liberación. Las personas ya no son personas, son como los colores que utiliza el artista. Y el artista soy yo, y el único espectador soy yo, y el espectáculo comienza cuando yo llego." —Mario Levrero, El alma de Gardel
jueves, 12 de octubre de 2017
Maravillas
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