Por Miguel A. Hernández-Navarro
Hay un cuento de Italo Calvino, “La oveja negra”, que habla de un país donde todos eran ladrones. Un país en el que todo iba bien hasta que llegó un hombre honrado que, al no querer robar, desestructuró y desequilibró una economía fundada en el libre intercambio y la mutación constante de la riqueza. Entre otras cosas, esta historia nos habla de cómo toda ley es contextual y debería fundarse a partir del consenso de la mayoría. Las leyes, igual que las prácticas éticas, deben partir de la experiencia y no imponer un orden restrictivo que convierta a la excepción en norma. Eso es, sin embargo, lo quiere hacer
Cuando todos somos tratados como delincuentes o piratas, lo que hay que cambiar es lo que entendemos por piratería y delincuencia. Las transformaciones estructurales y tecnológicas introducen también cambios de mentalidad. Sin embargo, aquí parece que nada de esto se ha entendido. Con la invención de la imprenta, los copistas de libros vieron su hegemonía restringida. Y seguro que muchos habrían querido que las imprentas cerrasen o que, en todo caso, tuviesen un ritmo de impresión lento y acomodado a las posibilidades de la copia manual. Afortunadamente, esto no fue así, aunque se perdiese un trabajo y una tradición. Lo que ocurrió fue una revolución, un cambio fundamental en la historia de Occidente que modificó todas las estructuras conocidas. Hoy vivimos en una revolución si cabe mucho mayor. Y no podemos seguir legislando con la cabeza –y el bolsillo– anclados en el pasado.
Sin duda, necesitamos una regulación, sobre todo para que no se lucren las que se están llevando el pastel (que son las operadoras y algunas webs que reciben publicidad), pero lo que no se puede pretender es castrar todo un mundo de posibilidades democráticas. Es necesario repensar el sistema de propiedad intelectual y buscar modos alternativos de retribución por producciones culturales. Si hay gente haciendo negocio con películas, música y libros (esto menos, la verdad), quizá los productores culturales tendrían que tomar ejemplo aquí del enemigo y buscar maneras semejantes de comercio de sus productos. Lo que queda a la vista con las nuevas tecnologías es la plusvalía absoluta que queda en los antiguos modos de producción y distribución. Un libro electrónico o una película se pueden vender por 1 euro y es un negocio rentable. No se puede pretender, como hacen las editoriales, o el iTunes de Apple, que alguien pague 12 euros por un libro electrónico (3 menos que en papel) o 3.99 euros por alquilar una película. Eso se llama “querer hacer negocio”, y querer ganar mucho dinero. Un libro electrónico no tiene los costes de producción, distribución y almacenaje de un libro físico, igual que una película o un disco. Habría, por supuesto, que cambiar los modos de comercio. Las nuevas tecnologías nos llevan hacia economías diferentes que transforman los sistemas establecidos. Esto sería lo deseable. Y son muchos los que apuestan por eso. El problema de todo esto es que, aunque nos digamos todos progresistas y democráticos, todavía estamos anclados en regímenes de singularidad y de comercio que están desapareciendo.
Lo triste es que sea precisamente el mundo de la “cultura” (supuestamente progresista y democrático) el que abandere la lucha en favor de la propiedad (privada) intelectual. Eso demuestra que las industrias culturales son eso, industrias. Y que la cultura, en el fondo, no es sino un producto más del espectáculo del entretenimiento. Eso ni es bueno ni es malo, sino que es una realidad. Que esto de la cultura comprometida es sólo una milonga, un barniz que da brillo a una economía especulativa que es plusvalía pura, igual que la del arte (que sería para otro post, porque es, con mucho, la más perversa de todas). Lo que ocurre aquí es que los actores y cantantes pierden su parte del pastel. Y aquí los que más pierden son los que más tienen. Porque no nos engañemos, los verdaderos interesados son los que viven muy bien de esa plusvalía. Intuyo que Alejandro Sanz seguirá teniendo esta Navidad para comprar el pavo, y a Javier Bardem no le faltará para las langostas. Que sean los de las mansiones en Miami y los Ferrari en la puerta los que nos acusen a los demás de piratas es algo que habría que pensar con detenimiento. Y que, luego, esos mismos (con la misma cara de víctima) critiquen la expansión del capitalismo y aboguen por un mundo justo sin pobreza ni diferencias es algo que ya acaba tocando las narices.
-No (ha) lugar
* Fallido proyecto de ley propuesto por la ministra de cultura de España al que aludimos aquí, con valioso aporte de Mary O'Donnell.
Le pasé su post a una amiga que tiene Facebook para que lo subiera. Le quería comentar que antes que la Ley Sinde, hubo en España, un gran debate sobre el llamado "canon digital", un impuesto que se cobraba con la compra de cualquier artículo informático que pudiera ser empleado para la reproducción ilícita de una obra. Ese canon lo recaudaba la SGAE y otras asociaciones de autores como forma de "compensar" el salario perdido de los artistas pirateados. Fue una idea de Zapatero. ¿Por qué? Porque Zapatero fue abogado durante muchos años de la SGAE -primera razón- y recibió apoyo específico de la comunidad artística (las estrellas progres españolas que no se les cae un duro de los bolsillos)-segunda razón-. El punto era que el Estado ya te consideraba un criminal por el solo hecho de comprar un CD virgen y "castigaba" con el canon. Como la gente se calentó pero a la larga absorbió el costo, vinieron con el tema de la Ley Sinde y todo el tema de las descargas. España ya tiene excelentes sentencias que han cambiado mucho el escenario. Por suerte, en Europa, los jueces conocen de estos temas. Acá viene Agadu, o algún politicastro, o algún abogado corporativo y bien perfumado de alguna multinacional y se morfan en dos panes a media Judicatura. Para mi este es un lugar donde se juegan muchas cosas hoy en día. Cosas verdaderamente importantes. Un saludo cordial.
ResponderEliminarMe gustó eso de: "Cuando todos somos tratados como delincuentes o piratas, lo que hay que cambiar es lo que entendemos por piratería y delincuencia." Clarísimo. Otra saludo para Ud., Miss Mary.
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