Ángel Quintana
La
alternativa que se establece desde la institución arte en torno de la imagen
digital no hace más que sentar las bases para la construcción de una nueva
reflexión sobre la creación de otras texturas plásticas capaces de generar
nuevas vibraciones visuales que puedan alterar la conciencia. De modo parecido
a la animación mediante imagen de síntesis, el net art surge como un territorio apto para la creación de nuevas
imágenes expresivas. A pesar de situarse la imagen de síntesis en la esfera
figurativa y la imagen artística en la abstracta, en lo representado y en el médium, ambas minimizan el efecto
documental de la imagen dentro la esfera digital. Parece como si lo
analógico/fotográfico fuera un efecto del pasado: un simple paréntesis en la
historia de la cultura visual. La cuestión no deja de resultar paradójica ya
que la función documental de la imagen, su deseo de capturar el mundo, no solo
no ha perecido sino que ha ampliado su capacidad de uso. Con el cambio de
siglo, lo que definitivamente ha perecido ha sido el culto al valor de la
huella como depósito de la verdad de la imagen. En nuestro presente no existen
imágenes únicas y originales. Todas las imágenes circulan y todas son
susceptibles de ser alteradas.
Las
múltiples pantallas que pueblan la iconosfera han revalorizado el papel que
puede tener la imagen como documento, incidiendo en el ámbito familiar donde se
ha empezado a configurar un deseo de documentar toda la experiencia en
imágenes. La implicación de la imagen con el tiempo vuelve a resurgir en una
imagen doméstica centrada en la búsqueda de sistemas de filmación de lo
perecedero. Este deseo de documentar no afecta solo a las imágenes ligeras que
pueblan las multipantallas de la iconosfera, sino también […] a todo el proceso
de reconfiguración de la imagen documental. El auge que ha experimentado en los
últimos años el documental contemporáneo es una prueba patente del deseo que ha
experimentado la imagen para encontrar su lugar frente a ese proceso de
hibridación de la imagen. En un momento en que lo real de la representación no
cesa de ocupar el espacio de la representación de lo real para recuperar su
sentido, el cine parece necesitar recuperar sus lazos con el documento.
El
digital ha alimentado ese deseo de captura de los vestigios de lo transitorio,
el afán de registrar el mundo para poder volver a hacerlo visible. El gesto no
ha servido para resucitar una categoría como el cine documental, entendido en
el sentido ortodoxo del término, sino para cuestionar la tenue frontera que
separa lo ficticio de lo real. Lo auténticamente nuevo no surge del camino que
conduce hacia lo virtual, sino del proceso de hibridación de la imagen. Las
filmaciones en cámara digital conservan, e incluso incrementan, su apariencia
de documento, a pesar de que han sido capturadas por una tecnología que ha
anulado el valor que poseían como índice. La hibridación entre reproducción y
representación es lo que marca el signo del tiempo y lo que hace compleja la
naturaleza de las imágenes. En un momento en el que existen múltiples formas de
circulación de imágenes de todo tipo, la hibridación del medio se ha convertido
en el punto de partida de una posible hibridación de las imágenes de lo real,
mientras la relación de la imagen con el factor tiempo no cesa de fortalecerse.
De “La
hibridación de lo real: la huella digital”
Incluido en Imaginar la realidad:
Ensayos sobre la representación de la realidad
en el cine, la televisión y los nuevos medios
Comunicación
Social Ediciones
Sevilla-Zamora,
2010
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