Los políticos no mienten porque no están obligados a decir la verdad. Su misión no se basa en la sinceridad. Hasta les es lícito traicionar. La política es así, a quien no le gusta debería dedicarse a otra cosa. Los que mienten son los intelectuales, los académicos, la gente de la cultura, que tienen una relación "con la verdad". No es que poseen la verdad como una perla en una ostra, sino que deberían decir lo que piensan, lo que ven, no esconder el bulto, ni disimular, sino que, por el contrario, por definición de su oficio buscar la confrontación, el desafío de lo inesperado, la batalla que proponen los enigmas, auscultar el silencio que se custodia, proponerse la superación que impone el obstáculo. Hablamos de una palabra "auténtica". Por eso los intelectuales son muy ambiciosos, y necesarios en toda sociedad sometida al proceso de sacralización custodiado por la casta sacerdotal y los comisarios culturales. —Tomás Abraham, La lechuza y el caracol
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