sábado, 23 de abril de 2016

Arte/Ciencia

por Kurt Vonnegut
Yo vengo de una familia de artistas. Y aquí estoy, ganándome la vida con el arte. No ha habido rebelión. Es como si hubiera heredado la gasolinera Esso de la familia. Todos mis antepasados se dedicaron al arte, así que yo no hago más que ganarme la vida siguiendo la tradición familiar.
Sin embargo, mi padre, que era pintor y arquitecto, se quedó tan tocado por la Depresión, una época en que no conseguía ganarse la vida, que creyó que sería mejor para mí que no me dedicara al arte. Me quería alejar de él porque había descubierto que era una forma absolutamente inútil de producir dinero. Me dijo que sólo podría ir a la universidad si era para estudiar algo serio, algo práctico.
En Cornell estudié química porque mi hermano era un prestigioso químico. A los críticos les parece que uno no puede ser un artista de verdad si ha tenido formación técnica, como en mi caso. Me consta que los departamentos de literatura inglesa de las universidades, sin darse cuenta de lo que hacen, tienen la costumbre de inculcar aversión por los departamentos de ingeniería, de física y de química. Y esta aversión, diría yo, se transfiere a la crítica. La mayor parte de nuestros críticos han salido de los departamentos de literatura y todos ellos muestran mucha desconfianza ante cualquiera que se interese por la tecnología. Bueno, la cuestión es que estudié química pero siempre acabo dando clases en departamentos de lengua inglesa, de modo que he incorporado el pensamiento científico a la literatura. No es algo que se me haya agradecido mucho.
Se me considera un escritor de ciencia ficción desde que alguien decretó que yo era un escritor de ciencia ficción. Yo no quería que me catalogaran como tal, por lo que me pregunté cuál era mi ofensa para que no se me considerara un escritor serio. Llegué a la conclusión de que era porque escribía sobre tecnología, y la mayoría de los escritores estadounidenses de prestigio no saben nada sobre tecnología. Me catalogaron como escritor de ciencia ficción por el simple hecho de que escribí acerca de Schenectady, Nueva York. Mi primer libro, La pianola, trataba sobre Schenectady. Allí sólo hay fábricas enormes y nada más. Mis colegas y yo éramos ingenieros, físicos, químicos y matemáticos. Y cuando escribí acerca de la Compañía General Eléctrica y Schenectady, a los críticos que nunca habían estado allí les sonó a fantasía futurista.
Creo que las novelas que obvian la tecnología falsean tan gravemente la vida como lo hacían los victorianos al obviar el sexo.
(De Un hombre sin patria
Ediciones del Bronce, Barcelona 2006.
Trad.: Daniel Cortés)


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