miércoles, 8 de septiembre de 2010
Aquí
– Bueno, lo que es en mi país –aclaró Alicia, jadeando aún bastante– cuando se corre tan rápido como lo hemos estado haciendo y durante algún tiempo, se suele llegar a alguna otra parte...
– ¡Un país bastante lento! –replicó
– Lewis Carroll, A través del espejo
martes, 7 de septiembre de 2010
M
El exceso está en el mundo
No podemos proyectar en el mundo más orden o desorden del que hay. No podemos transformarlo más de lo que se transforma a sí mismo. Ahí está la debilidad de nuestra radicalidad histórica. Todos los pensamientos del cambio, las utopías revolucionarias, nihilistas, futuristas, toda esta poética de la subversión y de la transgresión características de la modernidad, resultarán ingenuas ante la inestabilidad, la reversibilidad natural del mundo. No sólo la transgresión, sino la misma destrucción, está fuera de nuestro alcance. Jamás nos equipararemos con un acto de destrucción a la destrucción accidental del mundo.
Lo que podemos añadir con la destrucción artificial ya está inscrito en la revolución incesante del mundo, en la trayectoria irónica de las partículas y en las turbulencias caóticas de los sistemas naturales. Y el accidente final escapa tanto a nuestra incumbencia como el accidente inicial. Tampoco en este caso hay que soñar. No añadiremos nada a la nada del mundo, ya que formamos parte de ella. Pero tampoco añadiremos nada a su significación ya que no la tiene.
–Jean Baudrillard, El crimen perfecto
lunes, 6 de septiembre de 2010
Si non rogas intelligo
La respuesta de un gran hombre a quien se preguntó qué era el tiempo, fue: si non rogas intelligo (lo cual significa que cuanto más pienso sobre ello, menos lo comprendo), y esta contestación quizá nos persuada de que el tiempo que nos revela todas las demás cosas, no es en sí mismo descubrible. No sin razón la duración, el tiempo y la eternidad se tienen por algo muy abstruso en su naturaleza. Sin embargo, aunque parezca que están muy alejados de nuestra comprensión, si los examinamoscorrectamente hasta llegar a sus orígenes, no dudo que una de estas fuentes de todo nuestro conocimiento, es decir, la sensación y la reflexión, podrá aportarnos unas ideas tan claras y distintas como muchas otras de las que se piensa que son mucho menos oscuras; y podremos ver que la idea misma de eternidad se deriva del mismo origen común al resto de nuestras ideas.
viernes, 3 de septiembre de 2010
El humor virtuoso
¿Alguna vez escucharon hablar de James Gillray?
Bueno, yo tampoco. Hasta que el otro día me crucé con uno de sus fabulosos dibujos y empecé a investigar. En efecto, Gillray (1756-1815) fue el caricaturista más célebre de su generación, en uno de los períodos de gloria del humor gráfico inglés, y un pionero en la introducción de la sátira política y social en el cartoon.
Vivió en
Aunque sus propias ideas políticas eran elusivas al comienzo, sus trabajos hicieron explícita su desconfianza del poder (ya fuera del Primer Ministro, de Napoleón o del mismísimo rey, el demente Jorge III, a quien llamaba “el Granjero Jorge”), burlándose de la corrupción, la injusticia y el abuso. Posteriormente, reaccionó a los excesos de
Un exponente de la primera época es “The Hopes of the Party, prior to July 14th” (Las esperanzas del Partido antes del 14 de Julio”), un descarado cuadro de 1791, que refleja la tendencia a demonizar a los simpatizantes de
El ambiente es el de la taberna Crown and Anchor, donde los simpatizantes de
Si bien Gillray se burla aquí de los Liberales, también ridiculiza al Rey, a quien representa balbuceando estúpidamente: “¿Qué, qué, qué, qué pasa ahora?”.
Un poco posterior (1802) es “The Cow-Pock –o– the Wonderful Effects of the New Inoculation!” (traducible como “
“The Plumb-Pudding in Danger” (“El budín de ciruelas en peligro”), de 1805, muestra al plenipotenciario Primer Ministro Pitt luciendo el uniforme reglamentario, sentado a la mesa con Napoleón. Ambos están cortando rebanadas de un pastel con forma de mapamundi, y la porción de Pitt es notoriamente más grande. Según especialistas, “El nuevo emperador, y su oponente, el Ministro inglés, se ayudan mutuamente: uno se queda con la tierra, el otro con el océano, en las tratativas realizadas por el nuevo Emperador para su reconciliación con Inglaterra en enero de
Cada cuadro es un comentario ácido sobre un momento particular, una tara colectiva o un hábito social. A los efectos, es imperdible el díptico que exhibe el Antes y Después del Matrimonio.
Las imágenes pueden apreciarse mejor acá, acá y acá.
Hay, además, un precioso video dedicado a Gillray en Youtube, lamentablemente sin subtítulos.
jueves, 2 de septiembre de 2010
Esto no es una mujer
miércoles, 1 de septiembre de 2010
Escribir
por Marguerite Duras
La soledad de la escritura es una soledad sin la cual el escribir no se produce, o se fragmenta exangüe de buscar qué seguir escribiendo. Se desangra, el autor deja de reconocerlo. Y ante todo, nunca debe dictarse a secretaria alguna, por hábil que sea, y, en esta fase, nunca hay que dar a leer lo escrito a un editor.
Alrededor de la persona que escribe libros siempre debe haber una separación de los demás. Es una soledad. Es la soledad del autor, la del escribir. Para empezar, uno se pregunta qué es ese silencio que lo rodea. Y prácticamente a cada paso que se da en una casa y a todas horas del día, bajo todas las luces, ya sean del exterior o de las lámparas encendidas durante el día. Esta soledad real del cuerpo se convierte en la, inviolable, del escribir. Nunca hablaba de eso a nadie. En aquel período de mi primera soledad ya había descubierto que lo que tenía que hacer era escribir. Raymond Queneau me lo había confirmado. El único principio de Raymond Queneau era éste: “Escribe, no hagas nada más”.
Escribir: era lo único que llenaba mi vida y la hechizaba. La escritura nunca me ha abandonado.
Mi habitación no es una cama, ni aquí, ni en París, ni en Trouville. Es una ventana determinada, una mesa determinada, ritos de tinta negra, huellas de tinta negra inencontrables, es una silla determinada. Y determinados ritos a los que siempre vuelvo, a dondequiera que esté, incluso en los lugares donde no escribo, como por ejemplo las habitaciones del hotel, el rito de tener siempre whisky en mi maleta en caso de insomnios o de súbitas desesperaciones. Durante aquel período tuve amantes. Se acostumbraban a la soledad de Neauphle. Y según su encanto a veces esta soledad les permitía que, a su vez, escribieran libros. Raramente daba a leer mis libros a esos amantes. Las mujeres no deben hacer leer a sus amantes los libros que escriben. Cuando terminaba un capítulo, lo escondía. En lo que a mí respecta, es tan verdad que me pregunto qué pasa en otras partes y también cuando se es una mujer y se tiene un marido o un amante. En tal caso, también hay que esconder a los amantes el amor del marido. El mío nunca ha sido sustituido. Lo sé, todos los días de mi vida.
Esta casa, esta casa es el lugar de la soledad, sin embargo da a la calle, a una plaza, a un estanque muy antiguo, al grupo escolar del pueblo. Cuando el estanque está helado, hay niños que vienen a patinar y me impiden trabajar. Les dejo hacer. Los vigilo. Todas las mujeres que han tenido hijos vigilan a esos niños, desobedientes, locos, como todos los niños. Pero, qué miedo, cada vez, el peor de los miedos. Y qué amor.
La soledad no se encuentra, se hace. La soledad se hace sola. Porque decidí que era allí donde debía estar sola, donde estaría sola para escribir libros. Sucedió así. Estaba sola en casa. Me encerré en ella, también tenía miedo, claro. Y luego la amé. La casa, esta casa, se convirtió en la casa de la escritura. Mis libros salen de esta casa. También de esta luz, del jardín. De esta luz reflejada del estanque. He necesitado veinte años para escribir lo que acabo de decir.