miércoles, 1 de septiembre de 2010

Escribir

por Marguerite Duras

La soledad de la escritura es una soledad sin la cual el escribir no se produce, o se fragmenta exangüe de buscar qué seguir escribiendo. Se desangra, el autor deja de reconocerlo. Y ante todo, nunca debe dictarse a secretaria alguna, por hábil que sea, y, en esta fase, nunca hay que dar a leer lo escrito a un editor.

Alrededor de la persona que escribe libros siempre debe haber una separación de los demás. Es una soledad. Es la soledad del autor, la del escribir. Para empezar, uno se pregunta qué es ese silencio que lo rodea. Y prácticamente a cada paso que se da en una casa y a todas horas del día, bajo todas las luces, ya sean del exterior o de las lámparas encendidas durante el día. Esta soledad real del cuerpo se convierte en la, inviolable, del escribir. Nunca hablaba de eso a nadie. En aquel período de mi primera soledad ya había descubierto que lo que tenía que hacer era escribir. Raymond Queneau me lo había confirmado. El único principio de Raymond Queneau era éste: “Escribe, no hagas nada más”.

Escribir: era lo único que llenaba mi vida y la hechizaba. La escritura nunca me ha abandonado.

Mi habitación no es una cama, ni aquí, ni en París, ni en Trouville. Es una ventana determinada, una mesa determinada, ritos de tinta negra, huellas de tinta negra inencontrables, es una silla determinada. Y determinados ritos a los que siempre vuelvo, a dondequiera que esté, incluso en los lugares donde no escribo, como por ejemplo las habitaciones del hotel, el rito de tener siempre whisky en mi maleta en caso de insomnios o de súbitas desesperaciones. Durante aquel período tuve amantes. Se acostumbraban a la soledad de Neauphle. Y según su encanto a veces esta soledad les permitía que, a su vez, escribieran libros. Raramente daba a leer mis libros a esos amantes. Las mujeres no deben hacer leer a sus amantes los libros que escriben. Cuando terminaba un capítulo, lo escondía. En lo que a mí respecta, es tan verdad que me pregunto qué pasa en otras partes y también cuando se es una mujer y se tiene un marido o un amante. En tal caso, también hay que esconder a los amantes el amor del marido. El mío nunca ha sido sustituido. Lo sé, todos los días de mi vida.

Esta casa, esta casa es el lugar de la soledad, sin embargo da a la calle, a una plaza, a un estanque muy antiguo, al grupo escolar del pueblo. Cuando el estanque está helado, hay niños que vienen a patinar y me impiden trabajar. Les dejo hacer. Los vigilo. Todas las mujeres que han tenido hijos vigilan a esos niños, desobedientes, locos, como todos los niños. Pero, qué miedo, cada vez, el peor de los miedos. Y qué amor.

La soledad no se encuentra, se hace. La soledad se hace sola. Porque decidí que era allí donde debía estar sola, donde estaría sola para escribir libros. Sucedió así. Estaba sola en casa. Me encerré en ella, también tenía miedo, claro. Y luego la amé. La casa, esta casa, se convirtió en la casa de la escritura. Mis libros salen de esta casa. También de esta luz, del jardín. De esta luz reflejada del estanque. He necesitado veinte años para escribir lo que acabo de decir.

4 comentarios:

  1. Bueno...por lo menos los amantes de la Duras...LEÍAN. Eso ya es un gran paso.
    Bromas aparte, sin soledad no se escribe; los libros nacen de ese lugar, o simplemente abortan...

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  2. Me encanta DURAS! diga lo que diga lo dice tan bien!!

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  3. Voy a comenzar con una obviedad: como el arte de la escritura consiste precisamente en eso, en escribir, lógicamente se puede encontrar a lo largo de la larga historia, muchas reflexiones interesantes y bien escritas a cargo de sus protagonistas.Ésta de Duras me parece especialmente bien escrita, y muy honda. No en vano confiesa que le ha llevado veinte años llegar a producirla.

    A este criterio (el de la soledad del escritor) se opone la veta de creación colectiva y lúdica que llevan adelante otros exponentes de la literatura universal.

    Y ya que estamos en la hora de la reflexión, me pareció particularmente interesante esta confesión de Sturgeon: "Yo no soy un escritor... Un escritor es alguien que tiene que escribir. La única razón por la que yo escribo es porque es la única manera que puedo justificar todas las otras cosas que yo no hice."

    Ciertamente, la literatura no sustituye nada, puede ser corriente, catarsis, refugio, un modo de vida, pero tiene su propia existencia, se ha ganado ese espacio, y no está allí a cambio de nada más.
    Y con esto reivindico la profesionalidad y calidad de los escritores, puesto que hay gente que afirma que sólo se escribe porque se carece da algo, pero todos carecemos de algo, y aún así, no todos escriben, y aunque lo hagan, no necesariamente son escritores, caramba!
    Un saludo cordial.

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  4. Me encantó la cita de Sturgeon, Tri Tri. Se agradece.

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