Los Relatos autobio-gráficos de Thomas Bernhard ("El origen", "El sótano", "El aliento", "El frío", "Un Niño") van desde su juventud a su infancia.
Y llevan subtítulos que funcionan como brújulas en la construcción de su "vida biográfica".
El origen
Este primer tomo, tiene como subtítulo: "Una indicación" y esto da la referencia desde dónde va a contar este tramo de su vida.
Estamos en Salzburgo durante la Segunda Guerra Mundial. La indicación es una descripción de la ciudad: "descripción como indicación de lo que debe ser dicho, de lo que debe ser indicado". Indicación sentenciosa sobre su ciudad de origen: "mi ciudad de origen es una enfermedad mortal". Salzburgo, como los Divertimentos de Mozart, es una cajita de música.
Este lugar célebre por su belleza, tal como la describe Bernhard, es en esa época "una pequeña máquina perversa de belleza".
¿En qué reside esa perversión? En una descomposición horrorosa de los valores. Es una ciudad muerta donde los jóvenes se matan. Ya que el otro tema de este origen es el suicidio. Hay una calle de la metrópolis que los jóvenes eligen para suicidarse. Hay dos causas que los impulsan: la educación opresiva de los internados y la religión: "una ciudad así, totalmente a merced del embrutecimiento del catolicismo y totalmente dominada por ese embrutecimiento católico, y que además, en aquella época era una ciudad nazi de pies a cabeza." Esta ciudad durante la guerra se ha transformado en dos ciudades. La visible, destruida por los bombardeos con su estación de tren y su cartel nazi: "Las ruedas deben rodar para la victoria"; y otro submundo bajo tierra donde transcurría la vida que se respiraba en los refugios. Todo era doble, así había también dos radios; una para los alumnos de los internados con noticias sobre la victoria del nazismo: y otra radio, clandestina, la de la Resistencia. Cuando termina de contar su origen, Bernhard tenía quince años de edad.
El sótano
Este libro trata de una decisión. La de ir en una dirección opuesta a la del Instituto de Música que dirige la señora Grünkranz. La vida del instituto responde al tópico opresivo de otros establecimientos similares como los descriptos por Musil en Las tribulaciones del Estudiante Törless o Walser en Jakob von Gunten. El aprendiz rechaza cualquier propuesta de trabajo que lo lleve en dirección de su vida anterior. Es más, se obliga a elegir un camino opuesto. Es el pasaje del estudio opresivo al trabajo como libertad. Pero también la crítica lúcida y despiadada a los institutos de educación. Por lo cual el trabajo queda del lado de lo útil y la educación del lado del tedio y la inutilidad.
El aliento
Este relato comienza cuando Bernhard tiene dieciocho años y es internado en un hospital junto con su abuelo. Padece una pleuresía húmeda como consecuencia de los enfriamientos sufridos por cargar bolsas de papas en la tienda de comestibles de Podlaha. Los internados son, en su mayoría, enfermos terminales de tuberculosis. Al respecto, la historia de la literatura tiene relatos ejemplares: Thomas Mann conLa montaña mágica, y Onetti con Los adioses; sin dudas, "El aliento" se sitúa en este registro donde la enfermedad coincide también con una especie de iniciación, el pasaje de la juventud a cierta edad de hombre. Otro pasaje es el umbral que separa a los enfermos de la habitación de morir. El joven Bernhard ingresa en ella pero logra salir. Esa es su decisión, su aliento: "Entre dos caminos posibles, había decidido esa noche, en el instante decisivo por el camino de la vida."
El frío
En este tomo narra la hospitalización en el sanatorio de Grafenhof.
Le llega un boletín oficial con un billete de ferrocarril para ser trasladado, como quien es llamado a las filas. En ese sanatorio, Bernhard va a librar una batalla. A este libro lo subtitula: "El aislamiento", al que lo ha arrojado la enfermedad y la muerte de su abuelo. Pero también los carteles que rodean el lugar: "Alto. Establecimiento médico. Carretera prohibida. ¡Prohibido el paso!" En Grafenhof hay que sobreponerse a la enfermedad y a los hábitos: un uniforme, un horario, una dieta, un encierro.
Un niño
El último tomo de su autobiografía no está subtitulado. Como si sólo bastara con decir un niño. Aquí, narra desde los ocho años de edad, y cuenta los episodios más felices e infelices de su vida. Sus aventuras montando en una bicicleta Steyr -Waffenrad, sus desventuras con su madre y su tutor y la figura salvadora de su abuelo materno.
Entre estas vicisitudes transcurre: "la catástrofe elemental de mi infancia." Al final saca otro "pasaje de ferrocarril". Unas palabras del abuelo le posibilitan otro viaje: "Mi abuelo se llevó las manos a la cabeza y dijo: es una suerte que no sea Passau sino Salzburgo lo que te tengo destinado." Es cierto.
Nadie como Bernhard ha escrito sobre una ciudad ni con tanta virulencia ni con tanto lirismo.
Quizás sin saberlo Bernhard escribió su autobiografía "guiado" por la mano de su abuelo que fue un escritor inédito: "Se decía siempre que trabajaba en su gran novela, y mi abuela subrayaba esa observación, hecha siempre en un cuchicheo, con las palabras tendrá más de mil páginas. Para mí, era totalmente misterioso cómo podía sentarse alguien y escribir mil páginas." Sin duda, los libros escritos por Bernhard tuvieron como brújula develar ese misterio.
(publicado en el suplemento Ñ de Clarín)
Conocí a Thomas Bernhard gracias a un amigo,que me habló maravillas de su obra.Empecé por EL SOTANO y confieso que eso de ¨seguir la dirección opuesta¨,eso de llevar una ¨existencia útil¨,todo expresado repitiendo palabras me remitió a mi propia vida a mí propia obsesión a mi propio sentimiento liberador.Sí,los años de El Sótano fueron para Bernhard la época más importante de su vida.Y para los que empezamos tarde conociéndola una especie de rara droga.Una droga que pega ESA vez y no se olvida.
ResponderEliminarLo que más recuerdo de mi encuentro con la obra de Bernhard, es una extraña sensación de parentesco con Kafka en cuanto a lo que iba sintiendo mientras leía... una sensación de opresión, oscuridad, la contemplación de una supra estructura pero que a su vez escondía una confusión de raíz, una sensación de laberinto gris e insalubre.
ResponderEliminarHay existencias con las que podemos sentirnos identificados a través de la experiencia literaria, aunque no hallemos claras referencias comparativas con nuestras propias biografías; despiertan una especie de solidaridad que nos empuja a realizar la lectura desde ese sitio piadoso y anudado a la angustia. Así sentí estas novelas autobiográficas, como una oportunidad de salirme de mí misma, y entender amorosamente el cómo y el cuándo de otro ser sensible.
Comparto ambas experiencias, aunque les agregaría el humor. No tanto en sus novelas autobiográficas, pero en Tala, Corrección, Maestros antiguos, incluso Sí, encuentro un humor asordinado, que brota del mismo absurdo y del mismo sofocamiento, junto con ellos, a pesar de ellos.
ResponderEliminar¿te acordás Tri Tri que nos los compramos a medias hace un siglo???? pero creo que ni vos leíste los míos ni yo los tuyos....y eso que Bernhard es bien misántropo y cínico, como me gustan....
ResponderEliminarJajajaja, es cierto, al final no funcionó el intercambio! También lo habíamos hecho con algún otro escritor... aunque ahora no recuerdo quién era... un norteamericano???
ResponderEliminarVos sabés que no me dejó la sensación de cinismo... pero bueno, si de sensaciones se trata...cada cual tiene alguna a su medida, jejejee...