lunes, 18 de junio de 2018

Comedia del arte



por John Carey

En octubre de 2003, Aaron Barschak, el «comediante terrorista» que se coló en la fiesta del vigesimoprimer cumpleaños del príncipe William, se presentó ante los magistrados del tribunal de Oxford para responder al cargo de daños y perjuicios. El tribunal se enteró de que Barschak había interrumpido una charla de Jake y Dinos Chapman en la Modern Art Gallery de Oxford. Los hermanos Chapman estaban analizando su exposición The Rape of Creativity: una serie de cabezas de personajes de cómic superpuestas sobre aguafuertes de Goya. Barschak arrojó pintura roja a las paredes de la galería, sobre una de las obras y sobre Jake Chapman al grito de «¡Viva Goya!». Adujo en su defensa que había creado su propia obra de arte a partir del arte de otro —del mismo modo que los hermanos Chapman habían adaptado a Goya— y que pretendía aspirar a conseguir el premio Turner. El juez de distrito Brian Loosley lo declaró culpable, diciendo: «Estamos ante un grave delito de destrucción gratuita de una obra de arte, así que valoraré una condena de prisión. Creo que esto ha sido una artimaña publicitaria. […] Incluso para los cánones modernos, e incluso llevando la imaginación al extremo de la incredulidad, esto no ha sido la creación de una obra de arte».

Confieso que no espero gran cosa del juez de distrito Brian Loosley como teórico de estética. No me queda claro de qué modo dedujo que la protesta de Barschak no era una obra de arte, y que el invento de los hermanos Chapman sí lo era. Es probable que hubiera pensado que, dado que Barschak había cometido un delito, no podía haber creado simultáneamente una obra de arte. Sin embargo, numerosos teóricos han argumentado que el arte y el crimen están íntimamente unidos, dado que ambos se erigen contra las normas sociales. Cuando, en 1893, una bomba estalló contra el Parlamento francés, el dandi, anarquista y poeta Laurent Tailhade, amigo de Wilfred Owen, proclamó que las víctimas no tenían importancia alguna siempre y cuando el acto fuera bello. Poco después, otra bomba lo privó del ojo derecho, algo que hizo reír a todo París. André Breton, líder de los surrealistas, declaró que el acto surrealista más puro sería disparar un revólver al azar contra una multitud. Cincuenta años después, el artista californiano Chris Burden tomó estas palabras al pie de la letra y vació el cargador de un revólver contra un avión de pasajeros que despegaba del aeropuerto de Los Ángeles, pero falló. Si el juez de distrito Brian Loosley hubiera tenido en cuenta estos antecedentes artísticos, quizá habría llegado a la conclusión de que Aaron Barschak era, en comparación, mucho más ingenioso y absolutamente inofensivo. En cualquier caso, no creo que las palabras del juez hayan contribuido a descalificar la idea de Barschak de estar creando su propia obra de arte.

(en ¿Para qué sirven las artes? Debate, Barcelona, 2007)

No hay comentarios:

Publicar un comentario