viernes, 6 de agosto de 2010

El horizonte

Hago un impasse en la excursión a Facebook para traer algo con lo que me crucé hace unos días. Espero lo disfruten como yo.

Cada generación hace su elección. Hay poesía permanente pero no crítica permanente. A Tennyson le llegará su día y Donne tendrá su eclipse. O para dar un ejemplo menos sujeto a la moda: antes de la guerra, en los lycées franceses donde me eduqué, era un tópico considerar a Virgilio como un imitador de Homero, recargado e insípido. Cualquier muchacho lo decía con calma convicción. Con el desastre, y con la rutina de la fuga y del exilio, esta opinión cambió radicalmente. Virgilio empezó a verse como el testigo más maduro, como el más necesario (la maliciosa lección de la Ilíada de Simone Weil y La muerte de Virgilio de Hermann Broch forman parte de esa revaluación). El tiempo, tanto el histórico como el de la vida personal, altera nuestra opinión sobre una obra o un repertorio artístico. Hay, perceptiblemente, una poesía de la juventud y una prosa de la madurez. Debido a que su fanfarria sobre el futuro dorado contrasta, irónicamente, con nuestra experiencia real, los románticos han quedado desfasados. El siglo XVI y el primer XVII, aunque su lenguaje suela ser remoto e intrincado, parecen estar más cerca de nuestro discurso. La crítica puede hacer que estos cambios originados en la necesidad sean fructíferos y lúcidos. Puede conjurar del pasado lo que el genio del presente necesita para su apoyo (la mejor prosa francesa del momento tiene tras de sí la fibra de Diderot). Y puede recordarnos que las alternativas de nuestro juicio no son ni axiomáticas ni de perdurable validez. El gran crítico sabrá intuir; escudriñará el horizonte y preparará el contexto para el reconocimiento futuro. A veces escucha el eco cuando se ha olvidado la voz o antes de que se haya oído. Fueron ellos los que sintieron, en los años veinte, que se acercaba el tiempo de Blake y de Kierkegaard, o los que atisbaron, diez años después, la verdad general dentro de la pesadilla particular de Kafka. No se trata de escoger ganadores; se trata de saber que la obra de arte está en una relación compleja, provisional, con el tiempo.

George Steiner, “Humanidad y capacidad literaria” (1963), incluido en Lenguaje y silencio.

9 comentarios:

  1. ¨No se trata de escoger ganadores, se trata de saber que la obra de arte es una relación compleja, provisional, con el tiempo¨. Cito a lajack, ¨..todos tenemos vocación de absolutos y los críticos necesitan vestírsela ¨pret- a porter¨, para que alguien los lea, sino ¿Qué gracia tiene?¨. Cito a Castrato, ¨..me siento libre de poner en mis estantes lo que se me cante. Claro, he bajado del superior al cajón de abajo varias cosas y viceversa, a lo largo de mi vida¨.
    ¿Cómo se conjugan todas estas cosas, que en el fondo dicen cosas parecidas?.
    Los críticos deben ser justamente como dice Steiner, los que ¨deben conjurar del pasado lo que el genio del presente precisa para su apoyo y de paso recordarnos que las alternativas de nuestro juicio no son ni axiomáticas ni de perdurable validez¨. Claro que para eso deben relativizar su vocación de absolutos y no caer en el error de los historiadores,cuando hurgan el pasado con ojos del presente.
    Me acuerdo de ¨genios¨que en la década de los 70 afirmaban muy sueltos de cuerpo que vivíamos en la etapa terminal del capitalismo y un amigo me dijo, ¨curioso, los visigodos no tenían idea que vivian en la Alta Edad Media ¨. De eso se trata, de ver el horizonte, sin juicios absolutos. El tiempo nos puede jugar una mala pasada.

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  2. El hombre ha tenido el talento de escribir lo que muchos pensamos, pero tal vez no hemos podido expresar tan felizmente. Hablando de Saramago y de Tarkovsky, pensaba y me refería precisamente a que no puede haber juicios absolutos sobre la obra artística ni sobre el artista, porque si hay algo que es verdad es que la perspectiva se modifica, y con ella, la valoración que hacemos sobre toda obra humana.
    "Hay poesía permanente pero no crítica permanente". Una frase brillante.
    A propósito de este tema, vale la pena recordar cuántos artistas se sintieron maltratados por la crítica, y cuántos de ellos dejaron nota en sus propias obras de este malestar. Y es que estoy convencida de que algunos críticos -afortunadamente no todos, ni necesariamente la mayoría- se comportan como creadores frustrados, como evaluadores ácidos de la obra ajena, pero sin poder nunca construir la propia.

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  3. Coincido con Castrato y con Tri Tri , no puede haber juicios absolutos y sí la perspectiva modifica la evaluación, quien lee a Anatole France ahora? en su tiempo era un best seller, será el tiempo el mejor crítico? perdurarán sólo los "mejores" (perdón por utilizar "mejores" )
    Y en cuanto a los errores de los que juzgan, terribles errores han cometido las editoriales , no querían publicar a Proust, y que me dicen del pobre John Kennedy Toole que fue rechazada su excelente La conjura de los necios por varias editoriales ? ese poder es peligroso.

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  4. Sería interesante que un crítico viviera -como el "orlando" de Woolf- cuatrocientos años para ver cambiar sus impresiones y juicios acerca de una misma obra. El tiempo juzga distinto también porque son otros los críticos; pero que ese juicio de la posteridad se modifique no implica en sí mismo un juicio de valor más o menos exacto que el anterior (y eso sin entrar a considerar que en una misma época pueden coexistir diferentes "épocas"). No estoy segura de que los criterios interpretativos evolucionen necesariamente.
    De lo que sí estoy segura (aunque puedo estar equivocada) es de que el creador que yo entiendo "verdadero" (honesto en el sentido de la creación) construye su obra con prescindencia de cuáles sean los criterios explícitos de interpretación de la crítica, del público y de los amigos. La única simbiosis que el creador debe asegurarse de obtener es la existente entre él mismo y su obra. Las demás vendrán por añadidura o no, pero si esa no existe difícilmente la obra sea buena por más tiempo que transcurra.

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  5. La paradoja del oficio crítico, si es tomado con pasión y seriedad, es que aún sabiendo de la provisionalidad de los juicios, igualmente se lance con todo su bagaje a desmenuzar la obra que tiene delante. Es preferible el riesgo del error que la medianía de guante blanco, ¿no? La clave es que ese "error" tenga tal honestidad, rigor y erudición que trascienda el juicio puntual y hable de otras cosas. Por ejemplo, de su época, o de la coexistencia de épocas que apunta Lajack.

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  6. Es bien cierto, Peter. Lo que ocurre es que hay tanto equívoco con la tarea de "crítico", que es muy difícil contemplarla como algo alejado ya sea del abominable guante blanco, ya sea del jactancioso juicio absoluto. Si la primera postura es un error no ya de interpretación sino de posicionamiento, la segunda corre el riesgo de ser un error sino hoy, mañana. El mejor trabajo crítico tiene que ser primero un trabajo de inmersión total en el objeto de crítica, pero inmediatamente, sí o sí, debe ser en sí mismo un trabajo creativo. Que hable del objeto, pero que no esconda al crítico, ni bajo una montaña de información ni bajo toneladas de "escuela" literaria o cinematográfica o lo que sea. Y lamentablemente contra esto ha ido buena parte de la formación académica que los críticos reciben y también buena parte de las premisas de los medios que los emplean. Que me digan que lo han hecho para contrarrestar otros errores... puede que sí, afinar es siempre el problema.

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  7. Elevaz, ahí está la cosa, que el concepto de "mejor" aplicándolo al hecho de que una época recoge a un escritor que en otra fue incomprendido, no deja de estar teñido de lo mismo que señalábamos, y es la provisoriedad de los parámetros críticos.
    Claro que hay textos que al parecer han salido victoriosos ante el juicio del tiempo... pensemos por ejemplo en los clásicos. Y por algo será. Es evidente que más allá de que la preceda la fama, la obra contiene elementos que han permitido que sea valorada incesantemente como un imperdible.

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  8. Al hilo de este tema, traigo un texto de uno de los poetas que más me conmueven, que más amo, Luis Cernuda. Él dijo así en A un poeta futuro:

    No conozco a los hombres. Años llevo
    De buscarles y huirles sin remedio.
    ¿No les comprendo? ¿O acaso les comprendo
    Demasiado? Antes que en estas formas
    Evidentes, de brusca carne y hueso,
    Súbitamente rotas por un resorte débil
    Si alguien apasionado les allega,
    Muertos en la leyenda les comprendo
    Mejor. Y regreso de ellos a los vivos,
    Fortalecido amigo solitario,
    Como quien va del manantial latente
    Al río que sin pulso desemboca.

    No comprendo a los ríos. Con prisa errante pasan
    Desde la fuente al mar, en ocio atareado.
    Llenos de su importancia, bien fabril o agrícola;
    La fuente, que es promesa, el mar sólo la cumple,
    El multiforme mar, incierto y sempiterno.
    Como en fuente lejana, en el futuro
    Duermen las formas posibles de la vida
    En un sueño sin sueños, nulas e inconscientes,
    Prontas a reflejar la idea de los dioses.
    Y entre los seres que serán un día
    Sueñas tu sueño, mi imposible amigo.

    (continúa en el siguiente post)

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  9. No comprendo a los hombres. Mas algo en mí responde
    Que te comprendería, lo mismo que comprendo
    Los animales, las hojas y las piedras,
    Compañeros de siempre silenciosos y fieles.
    Todo es cuestión de tiempo en esta vida,
    Un tiempo cuyo ritmo no se acuerda,
    Por largo y vasto, al otro pobre ritmo
    De nuestro tiempo humano corto y débil.
    Si el tiempo de los hombres y el tiempo de los dioses
    Fuera uno, esta nota que en mí inaugura el ritmo,
    Unida con la tuya se acordaría en cadencia,
    No callando sin eco entre el mudo auditorio.

    Mas no me cuido de ser desconocido
    En medio de estos cuerpos casi contemporáneos,
    Vivos de modo diferente al de mi cuerpo
    De tierra loca que pugna por ser ala
    Y alcanzar aquel muro del espacio
    Separando mis años de los tuyos futuros.
    Sólo quiero mi brazo sobre otro brazo amigo,
    Que otros ojos compartan lo que miran los míos.
    Aunque tú no sabrás con cuánto amor hoy busco
    Por ese abismo blanco del tiempo venidero
    La sombra de tu alma, para aprender de ella
    A ordenar mi pasión según nueva medida.

    Ahora, cuando me catalogan ya los hombres
    Bajo sus clasificaciones y sus fechas,
    Disgusto a unos por frío y a los otros por raro,
    Y en mi temblor humano hallan reminiscencias
    Muertas. Nunca han de comprender que si mi lengua
    El mundo cantó un día, fue amor quien la inspiraba.
    Yo no podré decirte cuánto llevo luchando
    Para que mi palabra no se muera
    Silenciosa conmigo, y vaya como un eco
    A ti, como tormenta que ha pasado
    Y un son vago recuerda por el aire tranquilo.

    Tú no conocerás cómo domo mi miedo
    Para hacer de mi voz mi valentía,
    Dando al olvido inútiles desastres
    Que pululan en torno y pisotean
    Nuestra vida con estúpido gozo,
    La vida que serás y que yo casi he sido.
    Porque presiento en este alejamiento humano
    Cuan míos habrán de ser los hombres venideros,
    Cómo esta soledad será poblada un día.
    Aunque sin mí, de camaradas puros a tu imagen.
    Si renuncio a la vida es para hallarla luego
    Conforme a mi deseo, en tu memoria.

    Cuando en hora tardía, aún leyendo
    Bajo la lámpara luego me interrumpo
    Para escuchar la lluvia, pesada tal borracho
    Que orina en la tiniebla helada de la calle,
    Algo débil en mí susurra entonces:
    Los elementos libres que aprisiona mi cuerpo
    ¿Fueron sobre la tierra convocados
    Por esto sólo? ¿Hay más? Y si lo hay ¿adonde
    Hallarlo? No conozco otro mundo si no es éste,
    Y sin ti es triste a veces. Ámame con nostalgia,
    Como a una sombra, como yo he amado
    La verdad del poeta bajo nombres ya idos.

    Cuando en días venideros, libre el hombre
    Del mundo primitivo a que hemos vuelto
    De tiniebla y de horror, lleve el destino
    Tu mano hacia el volumen donde yazcan
    Olvidados mis versos, y lo abras,
    Yo sé que sentirás mi voz llegarte,
    No de la letra vieja, mas del fondo
    Vivo en tu entraña, con un afán sin nombre
    Que tú dominarás. Escúchame y comprende.
    En sus limbos mi alma quizá recuerde algo,
    Y entonces en ti mismo mis sueños y deseos
    Tendrán razón al fin, y habré vivido.

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