martes, 10 de agosto de 2010

HAT

Se lo extraña. Todavía hoy, cinco años después de su muerte, quienes lo conocimos tenemos a veces el impulso de llamarlo por teléfono para preguntarle algún dato que sólo él podría saber, para retribuirle una ínfima parte de lo que nos dio, o simplemente para saber cómo está.

Y como hoy lo extrañamos un poco más, por un simple arrebato de la memoria, lo recordamos aquí con una de sus crónicas. Fue elegida al azar, entre centenares de textos que escribió desde 1935 hasta pocos meses antes de su muerte. No importa cuál. En cada una encontraremos erudición y humor, prestancia y sobriedad, rigor y coherencia.

Salud, maestro.

MÁS VESTIDA QUE PENSADA

DESNUDA POR EL MUNDO (Go Naked in the World) EE.UU., 1960.

Hacer una versión realmente graciosa de La dama de las camelias no resultó tan difícil. Es una de las pocas cosas que se pueden comprar con dinero. Hizo falta, como puntapié inicial, que el Código de Producción aflojara sus prohibiciones y permitiera ocuparse de la vida privada de las mujeres públicas, un tema que ya ha llevado a otras Venus con otros Visones. El resto es fácil. Para repetir la historia de Margarita, Armando y su padre, sin el debido crédito a Alejandro Dumas (ni tampoco a Jardiel Poncela), alcanzó dar muchos medios de producción, más Gina Lollobrigida, más Anthony Franciosa, más Ernest Borgnine, a un libretista y director llamado Ranald MacDougall, que no tiene el menor sentido de autocrítica y no sabe cuándo sus diálogos suenan a falso. Los escribió con una vocación de cursilería que hasta ahora había sido subestimada, y le gustaron tanto que los filmó durante una hora y media, para detallar el amor entre una mujer pública y un joven rico, la oposición del padre de éste y la serie de descubrimientos, humillaciones, alejamientos, vueltas, persecuciones y sacrificios que se desata con tal motivo. El dinero ha servido para que la anécdota fuera un poco más inverosímil, desde los suntuosos apartamentos en que parece vivir la Gina (muy improbablemente) hasta su cambio de vestido cada dos escenas, llegando al aparatoso final rodado en Acapulco, con frases en español, para decir, elaboradamente, nada. Era más barato prescindir de vestuarios para Gina, una publicidad del título que el film realmente no cumple, ni de lejos.

Pero con CinemaScope, con Metrocolor, con lujos de escenografía y vestuario, por impropios e inadecuados que sean, puede hacerse todavía un film decoroso. En cambio es imposible hacerlo si un libretista que nunca fue muy imaginativo se pone a dirigir lo que no sabe. En un verdadero torneo de la Pifia, aparece una escena insuperable, donde Franciosa se entera del pasado de la mujer que ama y la tira por los suelos, mientras ella admite el castigo. Pero esa escena es superada de inmediato por la orgía de soledad, alcohol y desesperación que Franciosa hace consigo mismo en un cuarto alquilado y miserable, musitando sus angustias. Esa escena sí que es insuperable como humorismo. Está superada al poco rato por el reencuentro, por el amor con perdón y por la felicidad que asoma, un momento de deliciosa cursilería que MacDougall expresa con sobreimpresiones de botellas de champagne y rostros de Gina sonriente. Y esto a su vez está muy superado por la pretensión trágica de la escena final, en que Gina se despeja de maquillajes, se viste de blanco y se prepara para el sacrificio postrero, una culminación inflada de un drama que nunca pareció dramático. Después de eso no hay ya nada mejor, excepto irse.

Franciosa y Gina compiten peleadamente para la peor interpretación del año, y sólo les queda el consuelo de que les hayan pagado para hacer este drama del amor que no se compra. Mucho mejor está Ernest Borgnine, que compone su padre rico con cierta fuerza, pero que a ratos se desata hacia la tragedia griega. A todos les hace falta un director.

El País, junio 16, 1961

5 comentarios:

  1. El viernes pasado hubiese sido su cumpleaños. Salú.

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  2. Un amor, un papá, un caballero. Y un SEÑOR CRÍTICO, de los que saben escribir y tienen algo para decir. La nota que elegiste, Peter, aun al azar, es bien clara al respecto. Habla de una película mediocre con dos tipos mediocres, y parece que la estamos viendo y que esa mediocridad está al menos redimida por esa visión ácida pero justa, divertida, en cierto modo generosa. Casi le damos gracias al mal guionista y director por haberla hecho!!!
    Así era HAT, y sí, también lo extraño.

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