miércoles, 2 de febrero de 2011

Casa tomada

No todo lo que se dice en este texto de Diego Lerer es compartible. De hecho, parece un tanto demagógico por momentos. Pero plantea con claridad un asunto que está candente en la actualidad y que probablemente cambie de aquí en más la situación de la crítica tal como la conocimos. Continuará...

....

Una nota de The Guardian y una serie de comentarios y respuestas que la siguieron volvieron a abrir un debate repetido que, más allá de ir girando de eje, sigue siendo el mismo desde hace ya bastante tiempo. La pregunta, reformulada ahora, es así: en la era de las redes sociales, ¿siguen teniendo importancia los críticos profesionales? La pregunta contiene su propia respuesta: teniendo a mano a cientos de seguidores en Twitter o amigos en Facebook, ¿no tiene más sentido para la gente basar sus elecciones a partir de las opiniones de sus pares y no necesariamente de críticos cuyos gustos no necesariamente coinciden con los propios?

Se trata, en principio, de una pregunta con trampa, o de una que ve sólo un lado de la ecuación. Es cierto que la socialización virtual de las opiniones (“Everyone’s a critic” es el título de la nota de The Guardian) se acrecienta con la existencia de estas redes, pero lo que ellas hacen no es más que agregar una capa virtual al viejo y conocido “boca a boca”, en el que los espectadores comparten las opiniones respecto de un filme y se alientan (o no) a verlo muchas veces desestimando las palabras de los críticos.

De hecho, la nota justifica esa postura dando ejemplos que podrían haber sido similares hace 20 o 30 años al decir que las películas más exitosas (o los libros, o los discos) no son necesariamente los que la crítica elige como los mejores del año. No hay nada nuevo en esto: en los casi 20 años que llevo trabajando siempre fue así. Las redes sociales pueden acelerar o magnificar los resultados de un “boca a boca”, pero el hecho y el efecto es el mismo.

Si se lo piensa seriamente, en realidad, el furor de las redes sociales modifica la labor del crítico y la relación entre críticos y público, pero de otra manera. En principio, posibilita la existencia de más críticos. Como se ve a diario a partir de la proliferación de blogs o comentarios en las redes sociales, mucha gente con curiosidad y buena capacidad analítica escribe, comenta y expone sus opiniones en internet.

Esta “democratización” de la crítica de cine es más que bienvenida: genera una mayor cantidad de opiniones, permite un ida y vuelta inédito entre las partes y, si bien uno se topa con algunos que a veces buscan más la confrontación que otra cosa o que poseen discutible capacidad analítica, eso también sucedía en la era pre-internet. Que nadie imagine un mundo de críticos de cine excesivamente serio, profesional y preparado antes de las redes sociales. Al contrario, uno tiene la sensación a partir de esas redes, que afuera de los ámbitos “profesionales” de la crítica hay gente que quiere, sabe y puede tomarse el cine mucho más en serio que algunos que trabajan de eso.

Otro de los aspectos positivos, al menos para mí, de las redes sociales, es lo que yo llamaría la “humanización” de la figura del crítico. En películas como Ratatouille, por ejemplo, daba la impresión de que el crítico era una personalidad misteriosa y alejada del mundo de la que poco y nada se sabía y que parecía aplicar sus tajantes conceptos como salidos de una suerte de “más allá”, del saber crítico puro. Una especie de portador de las tablas de la ley de la crítica. De hecho, la propia película terminaba dando una vuelta de tuerca a este preconcepto.

Los blogs y las redes sociales sirven también para descubrir que detrás de cada texto escrito sobre una película por un crítico, digamos, profesional, hay una persona, con sus gustos, sus pasiones, sus preferencias, sus fastidios. Si bien este texto puede sonar algo autorreferencial, para mí es una enorme ganancia para el crítico la posibilidad de interactuar, de responder, de prenderse en debates y de sostener sus opiniones (o no) ante lectores con los que antes raramente podía entablar una conversación.

Este ida y vuelta entre críticos y espectadores, o críticos-espectadores, resulta en una enorme ganancia para el crítico, ya que le permite una reacción directa y una comunicación más personal con algunos de sus lectores, lo cual también “humaniza”, da una cara, un nombre y apellido, a esa “masa” muchas veces imposible de definir que son “los lectores”. Y, calculo, también resulta beneficiosa para el espectador, que consigue personalizar a quien emite esas opiniones, poder darse cuenta si hay o no una real conexión o entendimiento entre ambos, aún desde las diferencias, que antes parecían tajantes e insalvables.

Otro de los temores o cuestiones que parece expresar la nota de The Guardian es la posibilidad de que los críticos, para satisfacer a sus lectores, elijan “seguir la corriente”, apoyar lo que la mayoría apoya, tratar de no tener opiniones poco populares, propias y personales que podrían ser muy distintas a las de sus followers. Tampoco veo aquí la diferencia con la era pre-internet: existirán siempre críticos más cercanos a un pensamiento, si se quiere, “medio”, y los que también se interesan por formas cinematográficas no necesariamente populares. Cambiar eso sólo para contentar a los followers, como si eso fuera a asegurarle a uno mayor cantidad en una carrera absurda, sería absolutamente imbécil. Lo que marca y destaca a un crítico es su línea de pensamiento y la capacidad de expresarla y/o defenderla, más allá de que su opinión sea o no compartida por la mayoría.

Me da la impresión de que, más allá de que existen algunos “peligros” posibles en relación al avance de las redes sociales (tal vez el peor para mí sea la banalización de los conceptos críticos al tratar de apretarlos en unos pocos caracteres), su existencia es un empuje para la discusión y el debate cinematográfico, genera una experiencia compartida que no sólo se limita al círculo cerrado de los críticos y permite una pluralidad de voces que antes era imposible imaginar. Si eso va a causar la pérdida de trabajos, es imposible saberlo del todo. Es cierto que algunos editores piensan que esta democratización y el uso de las redes sociales tornan innecesaria la crítica cinematográfica tradicional. Pero me parece una mirada muy simplista. Creo que, por el contrario, estas mismas redes son las que hacen circular más esas mismas críticas, las ponen en funcionamiento, dejan de estar “congeladas” en el papel. Si hay un cambio que hacer, llegado el caso, tendrá que ver con las formas y/o formatos. Pero creo que la necesidad de la crítica de cine es más que evidente. Tal vez ya no tanto como palabra concluyente sobre un tema, pero como el disparador de una discusión que abre cada vez más y más puertas.

-Micropsia

4 comentarios:

  1. No sé. Me quedé pensando. En lo personal, lo de las redes sociales me asusta un poco. Es decir, no creo que Facebook sea un lugar adecuado para lo que dice Lerer porque lo que se dice allí es cada día más superficial. No hay espacio para reflexionar más allá del "me levanté y prendí la cafetera" o "los helados de frutilla son lo más este verano" y un largo etcétera que incluye muchas fotos de sí mismos, chusmeríos, peleas al pedo. Naturalmente debe y hay entradas a Facebook de otro tipo, con otro fin, con ánimo de empezar una discusión.Pero justo ahí nadie te da bola. Para mi la última frontera fue/es el blog. Lo que viene es otra cosa distinta.

    ResponderEliminar
  2. Por lo poco que he entrado a Facebook, creo que está en lo cierto, Miss Mary. Es un formato que condiciona un sistema de comunicación específico: breve, efectista, a veces cool, en general irónico. El link a una noticia (acompañado o no de un comentario de listillo) es lo más sustancioso que puede encontrarse. Fuera de eso, el "Me gusta" es ley. Ni siquiera hay "No me gusta". Y me choca esa trivialización del término "Amigo". Salute.

    ResponderEliminar
  3. Si me quedé pensando en lo de "'congeladas'en el papel" que parece cierto a primera vista pero ¿realmente se circula y se debate en Facebook? A mi me parece que hay una idea de movimiento falso es más vértigo que circulación. Por alguna extraña razón lo asocié al texto que le mandé hoy porque encuentro a Facebook como un juego de apariencias. Se aparenta que se discute, que se está informado, que se está dónde las cosas suceden. Pero en realidad no deja de ser un mero acto narcisista de mostrarse al lado de esas cosas y nada más. Desactivé mi cuenta porque me cansé de las fotos de vacaciones de todo el mundo, de los listillos y de los comentarios "que muestran la cotidianidad". Cuando me descubrí discutiendo pavadas con gente que no veo desde hace años me dije: ya está.

    ResponderEliminar
  4. Esa banalización de lo emocional en la red viene de afuera. Quiero tener un millón de amigos era un bulo de Roberto Carlos, nada más. No tengo cuenta en Facebook (bien de yegua entré con otro nombre para averigüar sobre un chico!!!)pero me pasa que cada día que voy al super hay un tipo sentado a la puerta que me dice: "al salir no me da una moneda, amiga?", y yo, detrás de mis gafas oscuras Paco Rabanne le miro esa cara de hijo de puta que nunca en la vida laburó ni para drogarse y pienso: "antes de darte a vos una moneda, pedazo de cretino, me la como"....pero no, no está bien, verdad? ¿dónde quedó el amor al prójimo, la solidaridad, la tolerancia, eh???? Para hacer cualquier reflexión en serio, desde adentro o afuera de Facebook ¿no habría que redefinir términos?

    ResponderEliminar