miércoles, 9 de febrero de 2011

Cualquiera es crítico

Por Neal Gabler

El año pasado hubo una coincidencia en la opinión en los Estados Unidos que no se había visto en años. Cada uno de los críticos de cine de los medios tradicionales consagró la película Red social, del director David Fichner, que relata la fundación de Facebook, como película del año (y algunos, de la década). Cada uno de los críticos de los medios tradicionales estuvo de acuerdo de que Freedom, la novela de Jonathan Franzen, era el libro de la época. Y para completar el triplete, casi todos los críticos de televisión de los medios tradicionales se enloquecieron con la serie Boardwalk Empire, producida para HBO por Martin Scorsese, que se sitúa en mundo mafioso de Atlantic City durante la era de la prohibición.

Esta es una extraordinaria serie de Grandes Obras en un tiempo relativamente corto, aunque lo realmente extraordinario es el nivel de acuerdo que existió entre los críticos profesionales. ¿Estaban uniendo sus fuerzas para imponer su autoridad en un momento en el que esa misma autoridad cultural está amenazada?

Obviamente, no hay nada nuevo sobre el consenso crítico. En los Estados Unidos hoy en día los críticos suelen moverse en jauría, temerosos de obrar solitariamente, lejos de la sabiduría convencional. Lo que sí es novedoso es la vehemencia de este consenso, la insistencia de que estas tres obras no eran meramente buenas sino que eran superlativas; y también la manera en la que este consenso se instaló en la cultura en general. Hubo un período de un mes, más o menos el verano pasado, durante el cual Red social, Freedom y Boardwalk Empire eran tan ubicuos que era casi imposible leer un periódico o revista, ver un programa de televisión o escuchar un programa de radio sin oír hablar de esta troika. Hasta el presidente Obama leyó Freedom durante sus vacaciones de verano.

Y hubo otra cosa novedosa esta vez: el gran consenso crítico no tuvo gran efecto sobre el público en general. A Red social le fue moderadamente bien desde el punto de vista económico; Freedom no llegó más que al puesto 17 en la lista de libros más vendidos de The New York Times; y Boardwalk Empire comenzó con 4.8 millones de televidentes en en septiembre para caer a 2.7 millones en noviembre. A los críticos les fascinaba, pero a la gente no.

Por lo tanto, si esto representaba una especie de último intento de poder por parte de los críticos, parece haber sido un fracaso. Por más que Red social gane un Oscar, Freedom un Pulitzer y Boardwalk Empire un Emmy, solamente servirá para constatar la brecha que ahora existe entre los críticos y el público. Hace un tiempo los críticos podían cerrar esa brecha a través de un proceso parecido al lavado de cerebro cultural. Podían lograr que gente amara Red social, leyera Freedom o viera Boardwalk Empire. Ya no pueden.

(sigue en Ñ)

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