sábado, 26 de febrero de 2011

La lección de historia

Con la excusa del Bicentenario –esa dudosa efeméride que los compañeros han sacado de la galera para hacer un poco de circo patriotero–, el suplemento Qué pasa de hoy está dedicado a la identidad nacional. Por lejos, lo más destacatable está en las palabras (de origen no identificado) del siempre lúcido Guillermo Vázquez Franco, historiador necesario y cascarrabias.

No voy a decir que tengo resuelta esta cuestión –sería un desplante– pero sí que digo que mucho he reflexionado. Cortita y al pie (y sin anestesia): a los uruguayos los identifica la hipocresía y el narcisismo. Las raíces están en la Convención Preliminar de Paz y el batllismo.

La guerra victoriosa contra Brasil (1825-28) que culmina en campos de Ituzaingó, se invirtió con el triunfo diplomático del Imperio en la mesa de negociaciones. Como decía Carlos María Ramírez en 1882: “Brasil realizó la mitad de sus ambiciones al trozar aquella nueva y gloriosa nación que en 1828 se alzaba a riveras del Plata”. La contienda dividió a la patria al dejar mutilada a la Argentina amputándole la provincia Oriental, la más estratégica, porque perdimos el control del Río de la Plata, que daba acceso al corazón del Imperio. Los argentinos no lo asumimos, al contrario.* La historiografía montevideana, le hace decir a la Convención que reconoce la independencia cuando no reconoce nada. La Convención declara (dispone) la amputación de la Provincia Oriental (27 de agosto, 1828) obligando a los orientales a ser independientes. Sí o sí. La “independencia” del Uruguay fue declarada –en portugués– por un emperador. Este hecho no va a halagar el ego de los uruguayos que vinieron después, al tiempo de construirse el discurso histórico.

A partir de aquí, la hipocresía será uno de los rasgos de los uruguayos. El Siglo XX sorprende a los uruguayos con un hipócrita estatuto “independiente” ya asumido. Uruguay está pronto para emprender novedosas experiencias llevado de la mano de un notable hombre de Estado: José Batlle y Ordóñez. Si Batlle fue la solución, el batllismo que le sucede fue un problema porque de la mano del partido (de todos los partidos) vino el narcisismo cultural: laboratorio social, Uruguay Suiza de América, como el Uruguay no hay son slogans con los que el Uruguay transitó la primera parte del Siglo XX. El país se regodeaba mirándose al espejo y, por si algo faltaba, Maracaná vino a adornarlo. Tal parecía, por entonces, que don Pedro de Bragança había tenido razón al independizarlo.

* Muy probablemente se trate de una ironía del autor, uruguayo nacido en 1924.

1 comentario:

  1. 1) Sin duda Vazquez Franco es un historiador, a contracorriente y muy valioso. Recomiendo leer sus excelentes apuntes sobre la ¨formación¨de la nacionalidad uruguaya allá por 1880, con el mito artiguista incluído. Ahora bien, hay un aspecto que merece destacarse. El gobierno de Rivadavia hizo reverendas cagadas y uno supone que la guita del Imperio Británico tocó, y tocó fuerte si no, como concebir que derrotado Brasil en todos los frentes, no sólo de la Banda Oriental sino en las Misiones, haya firmado el Tratado García que cede a los brazucas todos esas tierra. Lord Ponsomby y su jefe George Canning, fueron los ideólogos. No en vano la diplomacia inglesa y la portuguesa eran de la misma escuela.

    2) Dorrego pagó con su vida, el tratar de rebelarse, sabía demasiado, se dice en términos mafiosos.

    3) Recomiendo una ¨historia¨ oficial, pero muy seria BREVE HISTORIA DE LOS ARGENTINOS de Félix Luna.

    4) En cuanto al narcisismo oriental, brillante la definición de Vazquez Franco, pero la hipocresía fue compartida con Buenos Aires.

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