Desde que la vi tengo ganas de escribir sobre ella. Ahora encuentro una razonable reseña de Diezmartínez en Vértigo que me ahorra el comentario:
Como bien ha señalado el crítico Sam Davies en Sight and Sound (enero 2011), la auténtica "película de Facebook" no es la notable Red Social (Fincher, 2010) sino Catfish, este pequeño documental sobre una serie de relaciones nacidas a partir de internet. Para ser más específicos, a partir de Facebook.
Como es imposible profundizar en el documental sin dar a conocer elementos sorpresivos, baste señalar que se inicia cuando nuestro protagonista, el fotógrafo neoyorkino de 24 años Nev Schulman, es contactado por Abby, una niña de 8 años de edad que, por e-mail, le envía unos bellísimos cuadros basados en algunas fotos que Schulman había publicado en la prensa de Nueva York. A través del correo electrónico y luego por teléfono y poco después por Facebook, un entusiasmado Schulman entra en contacto con la madre de Abby, la atractiva Angela; y con la hermana mayor de la niña, Megan, una despampanante jovencita de 19 años. Las tres mujeres son parte de una gran familia que vive en Ishpeming, Michigan, donde Abby es una especie de celebridad local: la niña pinta hermosos cuadros a los que les puede faltar algo de técnica pero en los que demuestra un genuino talento en ciernes. Poco a poco, Nev se interesa más en esta familia, especialmente en Megan, con quien empieza a hablar por teléfono, además de mandar y recibir infinidad de mensajes de texto -al final, se nos informa que en este periodo Megan y Nev intercambiaron más de 1,500 mensajes.
Nev comparte trabajo y habitaciones con su hermano mayor Ariel y un amigo de éste, Henry Joost, los dos aprendices de cineastas, quienes convencen a Nev de que Abby, sus pinturas, la manera en la que lo contactó, su atractiva familia, pueden ser un buen tema para un documental. Más todavía cuando es evidente que Nev empieza a sentir algo más que mera curiosidad por Megan. Llegado el momento, Nev, Ariel y Henry viajarán hasta Michigan a conocer a estas mujeres. A esta altura del juego, ya se imaginará usted que nada es lo que (a)parece en Facebook.
Catfish funciona como una interesante reflexión no sólo sobre el nuevo mundo virtual en el que muchos vivimos una buena parte de nuestra vida -¿cuánto tiempo paso frente a la pantalla escribiendo en este blog y/o baboseando en el twitter?- sino sobre la inasible y fascinante naturaleza humana de siempre. Lo que encuentran los cineastas en Michigan es algo más triste de lo que podíamos esperar y es aquí cuando la misma película empieza a morderse la cola peligrosamente: ¿no estaremos viendo, al final de cuentas, un mero ejercicio de explotación de frustraciones y soledades?
Eso sí, como film, Catfish funciona. En este sentido, hay que sumarle puntos al montajista Zachary Stuart-Pointer, quien es el encargado -hay que suponer que con la dirección de Schulman y Joost- de dotar de humor, suspenso y un indudable pathos a lo que vemos en pantalla. Aunque, a ver: ¿escribí 'indudable'? Ya no lo sé: En este mundo traidor / nada es verdad o mentira / todo es según el perfil / de Facebook que tú miras.
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