lunes, 21 de febrero de 2011

Elogio de lo desviado

Allí donde los auxiliares del poder celebran la virtud de lo serio, útil e indispensable para sacralizar el poder, hacer de él un epifenómeno derivado de lo religioso o de lo celeste, el libertario restaura las virtudes de lo desviado, la ironía, el humor, el cinismo, que se expresan mediante modalidades subversivas del lenguaje y los gestos, los conceptos y las acciones. La risa nietzscheana de Foucault contra el silencio afelpado de los palacios presidenciales, la danza de Zaratustra en contrapunto con las rigideces ministeriales y la falta de flexibilidad de todos los protocolos, lo grotesco de Rabelais y las locuras de Swift en respuesta a los cuchicheos de los ujieres engalanados, la risa sarcástica de Voltaire y el tonel de Sartre como eco de los marcos dorados y los brocados purpurinos, los sarcasmos de la fiesta de los locos y las antimisas con los asnos ante las pompas del Elíseo, vino a raudales, libaciones, un Diógenes pedorro, onanista y caníbal, una política dionisíaca, brindis con agua mineral, presidentes de la República descerebrados, una política apolínea: he aquí el inventario de las alternativas ancestrales.

-Michel Onfray, Política del rebelde. Tratado de resistencia e insumisión. Anagrama, 2011

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