jueves, 14 de abril de 2011

Transparente

La editorial española Periférica ha editado Dos mujeres, del amigo Elvio E. Gandolfo, compuesto por dos de sus más recordados relatos, “Rete Carótida” y “Escamas, piel”. El suplemento Cultura|s del diario barcelonés La Vanguardia publicó ayer una reseña firmada por uno de sus críticos estrella, J. A. Masoliver Ródenas, que reproducimos a continuación con la advertencia de que el reseñista será muy estrella pero revela la esencia de los argumentos y abusa de algunos términos (“rutina” y derivados, “misterio”, “cotidiano”). De todas formas, bien por E.E.G. Ya era hora de que lo conocieran fuera de este culo del mundo.

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El éxtasis oscuro

Nacido en Mendoza (Argentina) en 1947, pero crecido en Rosario, Elvio E. Gandolfo es, sobre todo, un maestro de la novela corta y del relato. Dentro de la mejor tradición de la literatura del Cono Sur, en su escritura asistimos con frecuencia a una alteración de la anodina vida cotidiana que puede llevar a la alucinación y a la locura, pero que en el rosarino no llega a ser una revelación, porque el misterio de las relaciones humanas –entre el hombre y la mujer– no lleva a la luz sino a la oscuridad. Los personajes despiertan de una especie de resaca que les devuelve a la realidad cotidiana, pero tras haber experimentado, dolorosamente, el conocimiento. Experiencia de una inquietud, de algo que atrae y al mismo tiempo repele, que conduce al rechazo de una extraña y amenazadora atracción o a la plenitud del encuentro amoroso, todavía más peligrosa. El lector asiste al proceso que va sumiendo al protagonista en el desconcierto, pero también a la inquietante falta de respuesta final, a un vacío que acaba por ser la esencia del relato. Que lo es, desde luego, en Dos mujeres, dos textos que se oponen y al mismo tiempo se complementar. En “Rete Carótida” hasta el nombre del personaje femenino se sale de la normalidad. Cuando el narrador se la encuentra, no sabe si por casualidad, “yo hacía varios meses que andaba solo, un poco taciturno, con costumbres sencillas como cumplir metódicamente con el trabajo, tener la sensibilidad reducida a cero”, hasta que de pronto aparece Rete Carótida, una boteriana mujer de casi ciento treinta kilos, un “esperpento carnavalesco”, un “mastodonte rubicolor”, es decir, un personaje grotesco que le acosará y se convertirá en una obsesión, mientras que, de modo ahora también extraño e inquietante, desea a Ana y al mismo tiempo la evita. Este amor verdadero, que no deja de parecer convencional, contrasta con los sobres que Rete Carótida le va entregando y que contienen fotografías pornográficas cada vez más vulgares.

Huye de ella pero necesita perseguirla (“dos posibilidades, ambas fatales: la huída o la caída”) y es testigo de una extraña experiencia final: “Rete Carótida, también un objeto desmenuzable ante mí, comenzó a transparentarse sin perder la forma”, y “las escamas de cristal impedían que la sangre circulara”. Aquel mastodonte es ahora una mujer de cincuenta o sesenta kilos, que le recuerda a su abuela. Ambos se rechazan y él regresa, es un decir, a su rutina cotidiana.

En “Escamas, piel”, título que nos remite al relato anterior, Berti escucha en el autobús “una frase común, repetida, banal, que él mismo puede haber dicho varias veces en sus treinta y cuatro años de vida”. Una vida rutinaria de trabajo en la ferretería donde se encarga voluntariamente de ir a la panadería a comprar los bizcochos para sus colegas. A los pocos meses de empezar a hacerlo, la ve a ella. Misteriosa como lo es todo en un relato que no sabemos dónde ocurre, sólo que de la costa llega el olor a mar. Si en “Rete Carótida” su amistad con Gutiérrez representa la normalidad, aquí el normal Corradi le ha advertido sin embargo que aquella mujer no le conviene. Una advertencia que viene corroborada por la historia que les cuenta su amigo Fernández sobre el griego Doukos y el misterio de su cuerpo cubierto de puntos rojos y marrones. Pero Berti ha visto en Irene un desafío, consigue hablar con ella y así empiezan las etapas amorosas que coinciden con las etapas de la experiencia mística, hasta que ve como en el cuerpo de ella se “transparentaban bellamente escamas”. Una vez desaparece de su vida, Berti “no quiere el recuerdo: lo que quiere es volver a tocar escamas, piel”, esta experiencia que ha conocido y que se le ha escapado de las manos. Lo que en “Rete Carótida” surgía de la vulgaridad, aquí surge de la elevación, pero en ambos relatos queda el dolor de haber conocido no la revelación de un secreto, sino su más inquietante misterio.

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