MARÍA ESTHER GILIO: Si usted
estuviera en mi lugar reporteando a Onetti, ¿qué le preguntaría sobre la
literatura uruguaya?
JUAN
CARLOS ONETTI: Una monstruosidad.
MEG: ¿Y usted que contestaría?
JCO: Que
no es elegante hablar de los colegas.
MEG: No me imagino al
protagonista de una leyenda negra contestando eso.
JCO: Ahí
está el error, no tengo nada que ver con esa leyenda.
MEG: ¿Cómo? ¿Entonces usted no
es el laboratorista que toma la gente como conejillo de Indias? ¿Una especie de
experimentador sin escrúpulos, un retorcido a quien imputan las peores
maldades?
JCO: No,
no soy. Ni siquiera soy el alcoholista mujeriego de que habla el capítulo
segundo de la leyenda.
MEG: Sin embargo, se casó
cuatro veces y desde que llegué se tomó sus buenos tres vasos de vino.
JCO: Solo
con vino puedo aguantar los reportajes.
MEG: Gracias.
JCO: En
cuanto a mi pasión por experimentar no pasa de la cuota normal. Usted misma me
ha querido enfrentar a otro autor nacional para divertirse.
MEG: ¿Le parece comparable? Yo
lo he visto reunir ex amantes cada uno con sus nuevos amores para observar sus
reacciones. Todo con la expresión más inocente.
JCO: ¿Tengo
yo la culpa de ser un maestro? Sé armar bien las cosas, no tengo la culpa de
que otros la armen mal. La única diferencia es esa. No soy culpable, señora, no
soy. Dios me ha hecho así, sólo me resta cumplir. La leyenda, en lo
fundamental: calumnias. Ignorancia, desconocimiento de los hechos. Yo sigo
viviendo y la leyenda crece. Cada día soy más malo.
MEG: ¿Usted no cree que la
leyenda tiene buen pie en su literatura?
JCO: No,
mi literatura es una literatura de bondad. El que no lo ve es un burro.
MEG: ¿Por qué escribe?
JCO: Escribo
para mí. Para mi placer. Para mi vicio. Para mi dulce condenación.
MEG: ¿Cómo escribe?
JCO: Estupendamente.
MEG: Conteste con seriedad.
JCO: Sí,
señora. No entendí la pregunta.
MEG: Bueno, quiero decir si
escribe con un plan que elabora previamente. Si sabe exactamente adónde va a
llegar.
JCO: Sé
qué va a pasar. No sé cómo va pasar. Si supiera cómo va a pasar no lo
escribiría.
JCO: Escribiría.
(“Un
monstruo sagrado y su cara de bondad”, La Mañana, Montevideo 20/8/1965)
Ya se sabe que hoy el mundo ha olvidado la belleza de una entrevista. Salvo raras excepciones. Cuando el entrevistador y el entrevistado se golpean hasta sangrar. Recordar que esto existió es, sacarse un poco la mierda que nos rodea de los ojos.
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