por David Trueba
Haz el amor y no la
crítica. Este es el mandamiento que debe cumplir todo el que escribe sobre
cine. La tinta que ha corrido sobre el asunto a lo largo de estos cien años de
historia es suficiente como para sospechar de las intenciones de muchos y los
resultados de otros. Por eso enfrentarse a la labor de escribir sobre algo o
alguien relacionado con el cine choca casi siempre contra una pila de estudios
cargantes e ineptos.
Escribir sobre la
Generación Perdida en Hollywood se salva del peligro. Claro que hay tomos y tomos
de horror analítico pero, por suerte para nuestros ojos, uno de los libros
claves para entender este movimiento generacional es tan sólo una novela. Una
emocionante y magnífica novela. Una novela de amor y no de crítica. Los desengañados (The Disenchanted, 1959) de Budd Schulberg.
Budd Schulberg es
guionista de películas como On the
Waterfront (Nido de ratas), A Face in the Crowd (Un rostro en la muchedumbre) o Wind Across the Everglades (Infierno verde); novelista autor de
clásicos como ¿Por qué corre Sammy? o
Más dura será la caída: hijo del
primer guionista de la historia de Hollywood, B.P. Schulberg; autor teatral;
soplón de McCarthy; etc.
Cuenta la leyenda que
recién licenciado, el joven Schulberg fue reclutado por su Hollywood paterno y
haciendo las maletas se plantó en la Meca de su infancia. Cuentan que el chaval
tenía talento para escribir y el cine, que al fin y al cabo ha sido el arte por
excelencia, se aprovechó del cachorro de B.P. y lo añadió a la más numerosa
nómina de escritores a sueldo que recuerda la historia de la máquina de
escribir.
Recién salido de la
Universidad, el pequeño Schulberg era obviamente el escritor ideal ¿para qué?:
una película sobre la Universidad ¿Quién quería hacer una película sobre los
deportes universitarios de invierno en Bartmouth? Walter Wanner para la United
Artists, titulada Winter Carnival (Carnaval de invierno). Budd Schulberg
casi se cayó de la silla cuando le informaron del nombre de quien sería su
coguionista. ¿Quién? Francis Scott Fitzgerald.
¡Francis Scott
Fitzgerald! ¿Sabe alguien dónde reside el mecanismo de la admiración? Imagino a
Schulberg ansioso esperando la primera reunión con el escritor vivo por el que
sentía mayor admiración... ¡Y trabajar con él! Debutar escribiendo un guión con
Fitzgerald era para el joven Schulberg como estrenarse en el amor con Michelle
Pfeiffer para un adolescente onanista acneico. ¿Imaginan el resultado? Exacto:
Un fracaso.
Los desengañados cuenta la historia de un guionista que recibe
el encargo de escribir una película universitaria junto al escritor que más
admira en el mundo. ¿Encuentran cierto paralelismo? La idea es recorrer las
universidades del norte recogiendo material.
A medida que el
trabajo avanza, es decir, no avanza, el joven escritor va descubriendo la
realidad personal de su admirado maestro alcohólico, destrozado, desastrado,
enfermo, acabado, egoísta, débil. Y el joven escritor comienza a estar
resentido con el viejo escritor. Y el joven escritor exige del viejo escritor
que no arruine su primer guión, que se hunda él solo y no lo arrastre consigo.
En el final comprende
que no es Manley Halliday, el viejo escritor, quien está contra el mundo, sino
el mundo contra Manley Halliday.
Conclusión: Los desengañados es una magnífica novela,
Winter Carnival una mediocre
película. (Además el guión lo firman Schulberg y Lester Cole, ni rastro de
F.S.F.).
Esta es la regla de
oro de la Generación Perdida en el cine: mediocres películas, grandes novelas.
Lo mejor que Scott
Fitzgerald ha dado al cine son las Historias
de Pat Hobby y El último magnate.
Ningún guión en los que trabajó ha rozado ni mínimamente esa altura y calidad.
Y lo mismo puede
decirse del resto de componentes de la Generación Perdida. Ni siquiera la
adaptación al cine de sus novelas es un grato recuerdo para la retina del
espectador. (Podrá decirse que Faulkner lo hizo maravillosamente en los guiones
de To Have and Have Not (Tener y no tener), The Big Sleep (Al borde del
abismo), o Tierra de faraones (Land of the Pharaohs), pero ¿repasando
la filmografía de Hawks no convienen conmigo en que son tres de sus más flojas
películas?
Sin embargo, la
Generación Perdida inventó el estilo literario, el ritmo, el diálogo que
presidió el cine de su época. Pero no fue a causa de su trabajo en el cine, fue
gracias a la admiración que les profesaban escritores que sí lograron imponerse
en el nuevo medio. Aquel estilo surgía de la edad de oro del periodismo
americano y el cine lo vampirizó absolutamente.
El telegrama de Herman
Mankiewicz a Ben Hecht instándole a dejar Nueva York a cambio de los dólares de
Hollywood, es el pitido inicial de uno de los movimientos migratorios más
importantes y fracasados de la cultura norteamericana. Un sueldo astronómico fue
razón de peso para que escritores, periodistas, autores teatrales, abandonaran
la placidez tertuliana de su copeo neoyorquino y se sumergieran en despachos
infames de cadena de producción, de la Costa Este a la Costa Oeste.
La Generación Perdida
en Hollywood se transformó en la Generación Bebida. Ejemplo:
Nunnally Johnson,
guionista ascendido a productor, recibió en su despacho a William Faulkner a
quien iba a encargar escribir Road to
Glory (El camino a la gloria).
Faulkner traía consigo una bolsita de papel de envolver. Se sentó frente a
Johnson. Extrajo de la bolsita una botella de whisky y al intentar abrirla se
cortó un dedo. Nunnally iba a llamar a un doctor, pero Faulkner le detuvo. Se
envolvió el dedo herido en la bolsa de papel y, sin darle demasiada
importancia, aquellos dos hombres se emborracharon.
Arrasaron las
destilerías y los bares dilapidando sus sueldos y talentos. El tiempo ha
mitificado su paso por Hollywood y ha elevado su literatura justamente a los
altares. Desgraciadamente no todos han sido tan bien tratados.
Hay una sección de la
Generación Perdida realmente perdida en la noche de los tiempos. Quizá no
dejaran novelas a la altura de Hemingway, Fitzgerald o Faulkner, pero sus
páginas prometían más que un simple alcohólico paso por el cine: Ring Lardner
(maestro de la Generación Perdida como periodista y cuentista), Dorothy Parker,
Robert Benchley, Marc Connelly, Herman Mankiewicz, George S. Kaufman, S. J.
Pareiman, aquellos sí que son hoy generación perdida. Nadie les perdonó que se
divirtieran tanto en vida. Perdido significa olvidado, no recordado,
inencontrado, por buscar, fracasado, malgastado... Dudo que haya alguien menos
perdido que Faulkner. Otros, sin embargo, no tuvieron tanta suerte.
Reflexionemos un
instante: La Generación Perdida en Hollywood es un accidente que comienza con
el crash del 29 y termina con dos guerras, la segunda mundial y la privada de
McCarthy. Entre estos años, fueron reclutados casi todos los escritores
afamados de Norteamérica. Fracaso tras fracaso se confirmó la negación de la
Generación Perdida para el cine, pero... ¿quién escribió el cine que ellos
nunca escribieron?
Ben Hecht, Charles MacArthur, Nunnally
Johnson, Dudley Nichols, Donald Ogden Stewart, Samson Raphaelson, Charles
Lederer, Riskin & Ryskind... y otros muchos. Fundadores de la legión de guionistas, padres de muchas obras maestras
del cine. Mientras el sueldo de los grandes escritores se empequeñecía por su
oposición frontal a las reglas del nuevo medio, estos eternos pequeñoescritores-prostituta
llenaron sus bolsillos. Despreciaban el mundo del cine tanto como la Generación
Perdida, pero aceptaron sus reglas y se hicieron con una posición dentro de él.
Demostraron que un buen novelista no es siempre un buen guionista y sus
herederos actuales son la tribu de peterpanes descerebrados culpables de llenar
las butacas de los cines de nuestros días.
“En Hollywood son
capaces de contratar a Dostoievsky para luego obligarle a escribir como Horatio
Alger”, decía Ben Hecht. ¿Por qué ir a Hollywood?: dinero.
¿Por qué había que
despreciar el cine entonces? Por lo mismo que hoy. Un dudoso juntapalabras
cobra por el ligero y descansado trabajo de escribir el guión de una película
quince veces más que un reconocido novelista por dejarse la piel y los ojos en
el doloroso esfuerzo de la prosa. De algún modo habrá que compensar tamaña
injusticia.
Fueron a Hollywood por
el dinero y Hollywood los aplastó. Escribir guiones se convirtió en el nuevo
oficio que daba la mano al oficio más antiguo del mundo.
Ejemplo: Orson Welles
ofrece dinero a Herman Mankiewicz para que acepte retirar su nombre de los
créditos de Citizen Kane. Los
suficientes dólares para enternecer el ludópata y alcohólico corazoncito del
mayor de los Mankiewicz. Este duda si aceptar el soborno de Welles y consulta a
su amigo Ben Hecht. Consejo de Hecht: “Coge el dinero y lárgate”. Pero
Mankiewicz se negó a aceptar el dinero y Welles tuvo que compartir con él la
autoría y el Oscar al mejor guión. Pero Hecht tenía razón: ¿Quién recuerda a fin
de cuentas que Herman Mankiewicz también escribió Citizen Kane?
Alguien le preguntó a
Budd Schulberg si el Manley Halliday de Los
desengañados era realmente Scott Fitzgerald. Respuesta: “Sí, es Fitzgerald,
pero también Red Lewis, Johnnie Weaver, Edwin Justus Mayer, Faulkner, Herman
Mankiewicz, Vinnie Lawrence, Saroyan, mi padre... y yo. Un escritor debe verse
a sí mismo en cada uno de sus personajes. Y las palabras de mi personaje.
Manley Halliday, nunca las he olvidado: ‘Te lo aseguro pequeño, en América nada
fracasa tanto como el éxito ’.”
(Publicado en Archivos
de la Filmoteca nº 9,
Primavera/verano, 1991)
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