domingo, 26 de julio de 2015

Los desengañados

por David Trueba

Haz el amor y no la crítica. Este es el mandamiento que debe cumplir todo el que escribe sobre cine. La tinta que ha corrido sobre el asunto a lo largo de estos cien años de historia es suficiente como para sospechar de las intenciones de muchos y los resultados de otros. Por eso enfrentarse a la labor de escribir sobre algo o alguien relacionado con el cine choca casi siempre contra una pila de estudios cargantes e ineptos.

Escribir sobre la Generación Perdida en Hollywood se salva del peligro. Claro que hay tomos y tomos de horror analítico pero, por suerte para nuestros ojos, uno de los libros claves para entender este movimiento generacional es tan sólo una novela. Una emocionante y magnífica novela. Una novela de amor y no de crítica. Los desengañados (The Disenchanted, 1959) de Budd Schulberg.

Budd Schulberg es guionista de películas como On the Waterfront (Nido de ratas), A Face in the Crowd (Un rostro en la muchedumbre) o Wind Across the Everglades (Infierno verde); novelista autor de clásicos como ¿Por qué corre Sammy? o Más dura será la caída: hijo del primer guionista de la historia de Hollywood, B.P. Schulberg; autor teatral; soplón de McCarthy; etc.

Cuenta la leyenda que recién licenciado, el joven Schulberg fue reclutado por su Hollywood paterno y haciendo las maletas se plantó en la Meca de su infancia. Cuentan que el chaval tenía talento para escribir y el cine, que al fin y al cabo ha sido el arte por excelencia, se aprovechó del cachorro de B.P. y lo añadió a la más numerosa nómina de escritores a sueldo que recuerda la historia de la máquina de escribir.

Recién salido de la Universidad, el pequeño Schulberg era obviamente el escritor ideal ¿para qué?: una película sobre la Universidad ¿Quién quería hacer una película sobre los deportes universitarios de invierno en Bartmouth? Walter Wanner para la United Artists, titulada Winter Carnival (Carnaval de invierno). Budd Schulberg casi se cayó de la silla cuando le informaron del nombre de quien sería su coguionista. ¿Quién? Francis Scott Fitzgerald.

¡Francis Scott Fitzgerald! ¿Sabe alguien dónde reside el mecanismo de la admiración? Imagino a Schulberg ansioso esperando la primera reunión con el escritor vivo por el que sentía mayor admiración... ¡Y trabajar con él! Debutar escribiendo un guión con Fitzgerald era para el joven Schulberg como estrenarse en el amor con Michelle Pfeiffer para un adolescente onanista acneico. ¿Imaginan el resultado? Exacto: Un fracaso.

Los desengañados cuenta la historia de un guionista que recibe el encargo de escribir una película universitaria junto al escritor que más admira en el mundo. ¿Encuentran cierto paralelismo? La idea es recorrer las universidades del norte recogiendo material.

A medida que el trabajo avanza, es decir, no avanza, el joven escritor va descubriendo la realidad personal de su admirado maestro alcohólico, destrozado, desastrado, enfermo, acabado, egoísta, débil. Y el joven escritor comienza a estar resentido con el viejo escritor. Y el joven escritor exige del viejo escritor que no arruine su primer guión, que se hunda él solo y no lo arrastre consigo.

En el final comprende que no es Manley Halliday, el viejo escritor, quien está contra el mundo, sino el mundo contra Manley Halliday.

Conclusión: Los desengañados es una magnífica novela, Winter Carnival una mediocre película. (Además el guión lo firman Schulberg y Lester Cole, ni rastro de F.S.F.).

Esta es la regla de oro de la Generación Perdida en el cine: mediocres películas, grandes novelas.

Lo mejor que Scott Fitzgerald ha dado al cine son las Historias de Pat Hobby y El último magnate. Ningún guión en los que trabajó ha rozado ni mínimamente esa altura y calidad.

Y lo mismo puede decirse del resto de componentes de la Generación Perdida. Ni siquiera la adaptación al cine de sus novelas es un grato recuerdo para la retina del espectador. (Podrá decirse que Faulkner lo hizo maravillosamente en los guiones de To Have and Have Not (Tener y no tener), The Big Sleep (Al borde del abismo), o Tierra de faraones (Land of the Pharaohs), pero ¿repasando la filmografía de Hawks no convienen conmigo en que son tres de sus más flojas películas?

Sin embargo, la Generación Perdida inventó el estilo literario, el ritmo, el diálogo que presidió el cine de su época. Pero no fue a causa de su trabajo en el cine, fue gracias a la admiración que les profesaban escritores que sí lograron imponerse en el nuevo medio. Aquel estilo surgía de la edad de oro del periodismo americano y el cine lo vampirizó absolutamente.

El telegrama de Herman Mankiewicz a Ben Hecht instándole a dejar Nueva York a cambio de los dólares de Hollywood, es el pitido inicial de uno de los movimientos migratorios más importantes y fracasados de la cultura norteamericana. Un sueldo astronómico fue razón de peso para que escritores, periodistas, autores teatrales, abandonaran la placidez tertuliana de su copeo neoyorquino y se sumergieran en despachos infames de cadena de producción, de la Costa Este a la Costa Oeste.

La Generación Perdida en Hollywood se transformó en la Generación Bebida. Ejemplo:
Nunnally Johnson, guionista ascendido a productor, recibió en su despacho a William Faulkner a quien iba a encargar escribir Road to Glory (El camino a la gloria). Faulkner traía consigo una bolsita de papel de envolver. Se sentó frente a Johnson. Extrajo de la bolsita una botella de whisky y al intentar abrirla se cortó un dedo. Nunnally iba a llamar a un doctor, pero Faulkner le detuvo. Se envolvió el dedo herido en la bolsa de papel y, sin darle demasiada importancia, aquellos dos hombres se emborracharon.

Arrasaron las destilerías y los bares dilapidando sus sueldos y talentos. El tiempo ha mitificado su paso por Hollywood y ha elevado su literatura justamente a los altares. Desgraciadamente no todos han sido tan bien tratados.

Hay una sección de la Generación Perdida realmente perdida en la noche de los tiempos. Quizá no dejaran novelas a la altura de Hemingway, Fitzgerald o Faulkner, pero sus páginas prometían más que un simple alcohólico paso por el cine: Ring Lardner (maestro de la Generación Perdida como periodista y cuentista), Dorothy Parker, Robert Benchley, Marc Connelly, Herman Mankiewicz, George S. Kaufman, S. J. Pareiman, aquellos sí que son hoy generación perdida. Nadie les perdonó que se divirtieran tanto en vida. Perdido significa olvidado, no recordado, inencontrado, por buscar, fracasado, malgastado... Dudo que haya alguien menos perdido que Faulkner. Otros, sin embargo, no tuvieron tanta suerte.

Reflexionemos un instante: La Generación Perdida en Hollywood es un accidente que comienza con el crash del 29 y termina con dos guerras, la segunda mundial y la privada de McCarthy. Entre estos años, fueron reclutados casi todos los escritores afamados de Norteamérica. Fracaso tras fracaso se confirmó la negación de la Generación Perdida para el cine, pero... ¿quién escribió el cine que ellos nunca escribieron?

Ben Hecht, Charles MacArthur, Nunnally Johnson, Dudley Nichols, Donald Ogden Stewart, Samson Raphaelson, Charles Lederer, Riskin & Ryskind... y otros muchos. Fundadores de la legión de guionistas, padres de muchas obras maestras del cine. Mientras el sueldo de los grandes escritores se empequeñecía por su oposición frontal a las reglas del nuevo medio, estos eternos pequeñoescritores-prostituta llenaron sus bolsillos. Despreciaban el mundo del cine tanto como la Generación Perdida, pero aceptaron sus reglas y se hicieron con una posición dentro de él. Demostraron que un buen novelista no es siempre un buen guionista y sus herederos actuales son la tribu de peterpanes descerebrados culpables de llenar las butacas de los cines de nuestros días.

“En Hollywood son capaces de contratar a Dostoievsky para luego obligarle a escribir como Horatio Alger”, decía Ben Hecht. ¿Por qué ir a Hollywood?: dinero.

¿Por qué había que despreciar el cine entonces? Por lo mismo que hoy. Un dudoso juntapalabras cobra por el ligero y descansado trabajo de escribir el guión de una película quince veces más que un reconocido novelista por dejarse la piel y los ojos en el doloroso esfuerzo de la prosa. De algún modo habrá que compensar tamaña injusticia.

Fueron a Hollywood por el dinero y Hollywood los aplastó. Escribir guiones se convirtió en el nuevo oficio que daba la mano al oficio más antiguo del mundo.

Ejemplo: Orson Welles ofrece dinero a Herman Mankiewicz para que acepte retirar su nombre de los créditos de Citizen Kane. Los suficientes dólares para enternecer el ludópata y alcohólico corazoncito del mayor de los Mankiewicz. Este duda si aceptar el soborno de Welles y consulta a su amigo Ben Hecht. Consejo de Hecht: “Coge el dinero y lárgate”. Pero Mankiewicz se negó a aceptar el dinero y Welles tuvo que compartir con él la autoría y el Oscar al mejor guión. Pero Hecht tenía razón: ¿Quién recuerda a fin de cuentas que Herman Mankiewicz también escribió Citizen Kane?

Alguien le preguntó a Budd Schulberg si el Manley Halliday de Los desengañados era realmente Scott Fitzgerald. Respuesta: “Sí, es Fitzgerald, pero también Red Lewis, Johnnie Weaver, Edwin Justus Mayer, Faulkner, Herman Mankiewicz, Vinnie Lawrence, Saroyan, mi padre... y yo. Un escritor debe verse a sí mismo en cada uno de sus personajes. Y las palabras de mi personaje. Manley Halliday, nunca las he olvidado: ‘Te lo aseguro pequeño, en América nada fracasa tanto como el éxito ’.”

(Publicado en Archivos de la Filmoteca nº 9,
Primavera/verano, 1991)

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