por Kurt Vonnegut
Hace muchos años era
yo tan inocente que todavía consideraba posible que llegáramos a ser el Estados
Unidos humano y razonable con el que muchos miembros de mi generación
soñábamos. Soñamos con un país así durante la Gran Depresión, cuando no había
empleos, y luego combatimos y con frecuencia morimos por ese sueño en la
Segunda Guerra Mundial, cuando no había paz.
Pero ahora sé que no existe ni una remota posibilidad de que Estados
Unidos se vuelva considerado y razonable. Porque el poder nos corrompe, y el
poder absoluto corrompe absolutamente. Los seres humanos son chimpancés que se
emborrachan de poder hasta la locura. Al decir que nuestros líderes son
chimpancés ebrios de poder, ¿corro el riesgo de arruinar la moral de nuestros
soldados que combaten y mueren en Medio Oriente? Su moral, como muchos cuerpos,
ya ha estallado en pedazos. Los tratan –como nunca me trataron a mí– cual
juguetes que le regalaron de Navidad a un niño rico.
Cuando ustedes lleguen a mi edad, si es que llegan –tengo 81 años–, y si
para entonces se han reproducido, se verán preguntándoles a sus hijos, que
serán ya de edad madura, de qué se trata la vida. Yo tengo siete hijos, cuatro
adoptivos. Muchos de ustedes que me leen ahora tienen tal vez la edad de mis
nietos. A ellos, como a ustedes, los engatusaron y les mintieron de regia
manera las corporaciones y el gobierno surgidos de la generación del Baby Boom.[i]
Le pregunté sobre la vida a Mark, mi hijo biológico. Mark es pediatra,
autor de unas memorias, The Eden Express,
en las que narra su colapso, con camisa de fuerza y celda de paredes acolchonadas,
del cual se recuperó lo suficiente para recibirse en la escuela de medicina en
Harvard.
El doctor Vonnegut le dijo a su decrépito papi: “Papá, estamos aquí para
ayudarnos unos a otros a cruzar esta cosa, sea lo que sea”. Así que se las paso
al costo. Escríbanla y pónganla en su computadora, para que puedan olvidarla.
Debo decir que la frasecita muerde bien, casi tanto como aquella de “Trata
a los demás como quisieras que te trataran a ti”. Muchos creen que la dijo
Jesús, porque se parece mucho a las cosas que le gustaba decir. Pero en
realidad la dijo Confucio, el filósofo chino, 500 años antes de que existiera
el más grande y humanitario de los seres humanos, de nombre Jesucristo.
Además de eso los chinos nos legaron, vía Marco Polo, la pasta y la
fórmula de la pólvora. Los chinos eran tan tontos que sólo usaban la pólvora
para hacer fuegos artificiales. Y todo el mundo era tan tonto entonces que
nadie en ningún hemisferio sabía que había otro.
Pero regresemos a personas, como Confucio y Jesús y mi hijo el doctor,
Mark, que han dicho cómo podríamos portarnos más humanitarios y tal vez hacer
de este mundo un lugar menos doloroso. Una de mis favoritas es Eugene Debs, de
Terre Haute, en mi estado natal de Indiana. Miren esto:
Eugene Debs, quien murió en 1926, cuando yo tenía cuatro años, fue cinco
veces candidato a la presidencia por el Partido Socialista, y en 1912 obtuvo
900 mil votos, 6 por ciento, en 1912, si pueden ustedes imaginar semejante
resultado. Durante su campaña dijo: “Mientras haya una clase baja, yo estoy en
ella. Mientras haya un elemento criminal, soy parte de él. Mientras alguna alma
desfallezca en prisión, no soy libre.”
¿No les dan ganas de vomitar con todo lo que huela a socialismo? ¿Por
ejemplo escuelas públicas dignas y seguro médico para todos? ¿Y el Sermón de la
Montaña de Jesús, las Bienaventuranzas?
Bienaventurados los humildes porque ellos heredarán la Tierra.
Bienaventurados los misericordiosos porque para ellos habrá
misericordia.
Bienaventurados los que buscan la paz, porque ellos serán llamados hijos
de Dios.
Y así por el estilo.
No son precisamente puntos de la plataforma republicana. Ni frases
estilo Donald Rumsfeld y Dick Cheney. Por alguna razón, los más grandilocuentes
cristianos entre nosotros nunca mencionan las Bienaventuranzas. Pero con cuánta
frecuencia, con lágrimas en los ojos, exigen que los Diez Mandamientos se fijen
en carteles en los edificios públicos. Por supuesto ése fue Moisés, no Jesús.
Nunca he sabido que alguno exija que el Sermón de la Montaña, las
Bienaventuranzas, se fije en sitio alguno.
¿”Bienaventurados los misericordiosos”, en un juzgado? “¿Bienaventurados
los que buscan la paz”, en el Pentágono?
¡No me jodan!
Hay una trágica deficiencia en nuestra preciosa Constitución, y no sé
qué podamos hacer para enmendarla. Es ésta: sólo los chiflados quieren la
presidencia. Pero si lo pensamos un poquito, sólo un chiflado desearía ser
humano si tuviera opción. ¡Así de traicioneros, poco fiables, mentirosos y
ambiciosos animales somos!
Nací ser humano en el año 1922 dc. ¿Qué significa “dc”? Conmemora a un
interno de este manicomio que llamamos Tierra, que fue clavado a una cruz de
madera por un grupo de otros internos. Todavía consciente, le martillaron
clavos a través de las muñecas y los empeines hasta penetrar la madera. Luego
enderezaron la cruz, de modo que él colgara donde hasta la persona más bajita
de la multitud pudiera verlo retorcerse de un lado a otro.
¿Pueden imaginar que la gente le haga esto a una persona? No hay
problema. Eso es entretenimiento. Pregúntenle al devoto católico Mel Gibson,
quien, en un acto de piedad, acaba de ganar una fortuna con una película sobre
la forma en que torturaron a Jesús. Lo que dijo Jesús no importa para nada.
Durante el reinado de Enrique VIII, fundador de la Iglesia anglicana, el
monarca mandó hervir vivo en público a un falsificador. Otra vez el negocio del
espectáculo.
La siguiente película de Mel Gibson debería ser El falsificador. Una vez más se romperán todos los récords de taquilla.
Una de las pocas cosas buenas de los tiempos modernos es que si mueres
de una manera horrible por televisión, no habrás muerto en vano. Nos habrás
entretenido.
¿Y qué fue lo que el historiador británico Edward Gibbon, 1737-1794 dc,
comentó sobre la trayectoria de la humanidad hasta sus tiempos? Dijo: “La
historia en realidad es poco más que el registro de los crímenes, delirios e
infortunios de la humanidad.”
Lo mismo puede decirse de la edición de hoy del New York Times.
El escritor franco-argelino Albert Camus, ganador del Nobel de
Literatura 1957, escribió: “Sólo existe un problema filosófico realmente serio:
el suicidio”. He aquí otra carretada de risas provocada por la literatura.
Camus murió en un accidente automovilístico. ¿Sus fechas? 1913-1960 dc.
Escuchen. Toda gran literatura se refiere a lo deprimente que es el ser
humano: Moby Dick, Huckleberry Finn, La Ilíada, La Odisea, Crimen y castigo, La Biblia, La carga de la
brigada ligera.
Pero algo tengo que decir en defensa de la humanidad: en cualquier época
de la historia, incluido el Edén, el ser humano sólo llegó allí. Y excepto en
el Edén, ya estaban en marcha todos esos jueguitos locos, los cuales podían
empujarlo a uno a actuar con locura aunque al principio no hubiera estado loco.
Algunos de los juegos que ya estaban en marcha cuando ustedes llegaron eran el
amor y el odio, el liberalismo y el conservadurismo, los automóviles y las
tarjetas de crédito, el golf y el basquetbol femenino.
Más loca que el golf, sin embargo, es la moderna política estadunidense,
en la cual, gracias a la televisión y en beneficio de ella, sólo podemos ser
uno de dos tipos de seres humanos: liberales o conservadores.
En realidad, esto mismo le ocurría a la gente de la Inglaterra de varias
generaciones atrás. Sir William Gilbert, del radical dueto de compositores
Gilbert y Sullivan, escribió al respecto una letra de canción:
La naturaleza siempre se las
ingenia
Para que todo chico y toda chica
Que nace vivo en el mundo
Sea un pequeño liberal
O un pequeño conservador.[ii]
¿De cuáles son ustedes, en este país? ¿Es prácticamente una ley de la
vida que se tiene que ser lo uno o lo otro? Si no son lo uno ni lo otro,
entonces tal vez sean donuts.
Si algunos de ustedes todavía no se deciden, se las pongo fácil. Si me
quieren quitar mis armas, y están de acuerdo en asesinar fetos, y les encanta
que los homosexuales se casen y hasta les quieren regalar electrodomésticos en
sus despedidas de solteros, y están en favor de los pobres, son ustedes
liberales. Si están en contra de todas esas perversiones y en favor de los
ricos, son conservadores. ¿Qué puede ser más sencillo?
Mi gobierno ha declarado la guerra a las drogas. Pero entiendan esto:
las dos sustancias de las que más se abusa, las más adictivas y destructoras,
son perfectamente legales.
Una, por supuesto, es el alcohol etílico. Y el presidente George W.
Bush, ni más ni menos –así lo admitió en persona–, anduvo de borracho,
empinando el codo, perdido en el alcohol buena parte del tiempo entre los 16
años y los 41. Cuando cumplió 41, eso dice, Jesús se le apareció y lo conminó a
dejar de regar la salsa y no seguir atragantándose con agua de colonia.
Otros ebrios ven elefantes rosas.
¿Y saben por qué creo que está tan encabronado con los árabes?
Inventaron el álgebra. También inventaron los números que usamos, inclusive el
símbolo de la nada, algo que nadie había hecho. ¿Creen ustedes que los árabes
son idiotas? Intenten hacer divisiones largas con números romanos.
Pero estamos difundiendo la democracia, ¿cierto? Del mismo modo en que
los exploradores europeos trajeron la cristiandad a los indígenas, esos que
ahora llamamos “nativos americanos”.
¡Qué ingratos fueron! Cuán ingratos son hoy los habitantes de Bagdad.
Así que otorguemos otra rebaja de impuestos a los súper ricos. Eso le
dará a Bin Laden una lección que nunca olvidará. Loor al Jefe. Ese jefe y sus
cohortes tienen tan poco que ver con la democracia como los europeos con la
cristiandad. Nosotros, el pueblo, no tenemos voz ni voto en lo que decidan hacer.
En caso de que no lo hayan notado, ya vaciaron las arcas y les pasaron el
tesoro a sus compinches en las tranzas de la guerra y la seguridad nacional, y
dejaron a la generación de ustedes, y a la siguiente, con una deuda
perfectamente enorme que les pedirán pagar a ustedes.
Ninguno de ustedes dijo ni pío cuando les hicieron esto, porque
desconectaron todas las alarmas contra robos que existen en la Constitución: la
Cámara de Representantes, el Senado, la Suprema Corte, el FBI, la prensa libre
(que como está tan infiltrada se olvidó de la Primera Enmienda) y la soberanía
del pueblo.
Sobre mi historia personal de abuso de sustancias extrañas. He sido un
cobarde en cuanto a la heroína, la cocaína, el LSD y otras por el estilo,
porque me da miedo que me lleven más allá del límite. Me fumé algún porro de
marihuana una vez con Jerry García y los Grateful Dead, sólo para ser sociable.
No me pareció gran cosa, así que no volví a probarla. Por la gracia de Dios o
por lo que sea no soy alcohólico, cuestión de genes en gran parte. Me tomo un
par de copas de vez en cuando y lo voy a hacer de nuevo hoy en la noche. Pero
dos es mi límite. No hay problema.
Por supuesto, es notorio que estoy colgado del cigarrillo. Conservo la
confianza que un día me mate. Fuego en un extremo y un idiota en el otro.
Pero les diré algo: una vez tuve un pire que ni el crack puede igualar.
Fue cuando me dieron mi licencia de conducir. ¡Cuidado todo el mundo, ahí viene
Kurt Vonnegut!
Y mi auto de entonces, un Studebaker, según recuerdo, adquiría su
potencia –como todos los medios de transporte y otras máquinas, como las
plantas de energía eléctrica y los grandes hornos–, de la droga más adictiva y
destructora de todas, y de la que más se abusa: los combustibles fósiles.
Cuando ustedes llegaron a este mundo, e incluso cuando yo llegué, ya el
mundo industrializado estaba colgado sin remedio de los combustibles fósiles, y
muy pronto no quedará ninguno. Se vendrá el síndrome de abstinencia.
¿Puedo decirles la verdad? Digo, no estamos en un noticiero de la tele,
¿verdad?
He aquí lo que para mí es la verdad: todos somos adictos a los
combustibles fósiles, a punto de entrar al síndrome de privación, de que nos
entre el mono, la pálida, la fría, la fisura.
Y como tantos otros adictos a punto de que les entre el mono, nuestros
líderes cometen crímenes violentos para apoderarse de lo poquito que quede de
aquello de lo que están colgados.
(Publicado originalmente en In These Times, 10 de mayo, 2004.
Reproducido en La Jornada
de México, 19 de mayo, 2004
Traducción [adaptada]: Ramón Vera
Herrera)
[i] La generación del Baby Boom (o explosión de la
natalidad) fue la de la postguerra, que desplegó por primera vez en la historia
un movimiento cuasi global de rebeldía, con manifestaciones en lo político, lo
cultural, el erotismo, cuestionando la sociedad de consumo y la vida cotidiana.
Es la generación del 68, la del rock y los movimientos hippie y yippie, la contracultura
y la experimentación con drogas, las comunas y los movimientos estudiantiles y
guerrilleros. Paradójicamente, muchos de los miembros de dicha generación
terminaron en puestos de poder en corporaciones multinacionales y gobiernos. En
cierta forma, los cuadros actuales en el poder provienen de la generación del
Baby Boom. N de T.
[ii] Versión bastante libre de la letra citada.