martes, 16 de junio de 2015

Actores

Orson Welles: Yo nunca pude soportar a Bette Davis, así que no me gusta cómo actúa; físicamente, me refiero. Físicamente detesto a Woody Allen. No me gustan los hombres como él.
Henry Jaglom: Nunca he comprendido por qué lo detestas. ¿Acaso lo conoces?
OW: Pues claro que lo conozco, y no lo aguanto, padece el síndrome de Chaplin: una particular combinación de arrogancia y timidez... Me da dentera.
HJ: No es arrogante, es tímido.
OW: Por supuesto que es arrogante. Como les ocurre a todos los tímidos, tiene una arrogancia desmedida. Todo aquel que habla en voz baja y muy despacio y se arruga delante de los demás es inconcebiblemente arrogante. Parece tímido, pero no lo es. Tiene miedo. Se odia y se ama al mismo tiempo, y, por eso, está siempre tenso. Y luego las personas como yo tenemos que darle carrete y fingir modestia.
HJ: ¿Crees que se toma demasiado en serio?
OW: Naturalmente que se toma demasiado en serio. Y creo que sus películas lo demuestran. No hay nada que me resulte más violento: un hombre que muestra lo peor de sí mismo para hacer reír..., a fin de liberarse de sus complejos. Todo lo que hace para el cine es terapéutico.
HJ: Por eso tampoco te gusta All That Jazz, de [Bob] Fosse.
OW: Exacto. No me gustan las películas terapéuticas. Tengo gustos muy católicos, pero hay cosas que no puedo soportar.
HJ: Pues a mí me encantan las películas de Woody. En eso no estamos de acuerdo. Tampoco estamos de acuerdo en nuestra opinión sobre los actores. No puedo olvidar lo que dijiste de Brando.
OW: Es ese cuello... como una salchicha enorme, como un zapatón de carne.
HJ: Dicen que no es muy inteligente.
OW: Casi ningún gran actor lo es. Larry [Olivier] es muy..., quiero decir, y hablo en serio, es tonto. Yo creo que la inteligencia es un inconveniente para un actor. Porque si eres muy inteligente no eres, por naturaleza, muy emotivo, sino cerebral. Puede haber personas muy cerebrales que también sean grandes intérpretes, pero es más complicado. Dentro de las artes escénicas, los actores y los músicos tienen una inteligencia parecida. Me gustan mucho los músicos; los cantantes no tanto. Los cantantes están toda la vida pendientes de sus cuerdas vocales, ¿sabes? Te pasas veinte años así, ¿y de qué otra cosa vas a hablar? Los cantantes son prisioneros de sus cuerdas vocales, así que están en lo más bajo del escalafón; y los actores en lo más alto. Aunque hay excepciones. Leo Slezak, el padre de Walter Slezak, el actor, protagonizó la mejor anécdota del mundo del teatro de todos los tiempos. Era el mejor tenor wagneriano de su época, el rey sin corona de Viena. Estaba cantando Lohengrin...; si eres wagneriano, recordarás que Lohengrin entra en el escenario montado en un cisne que va por un río, baja del cisne, canta y, al final de su última aria, tiene que volver a subir al cisne y marcharse. Pues bien, una noche el cisne se marcha por su cuenta antes de que Leo Slezak pueda volver a subir y Leo, sin perder la melodía, se vuelve hacia el público y canta: “¿A qué hora sale el próximo cisne?”
HJ: ¿Cómo pueden tener tanto encanto y no ser inteligentes? Nunca lo he comprendido.
OW: Bueno, también hay personas con talento que no son inteligentes. Simplemente ocurre.

(Extraído de Mis almuerzos con Orson Welles. Anagrama, 2015
Trad. Amado Diéguez)

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