por Andrei Tarkovsky
Una de las
características más tristes de nuestro tiempo es, en mi opinión, el hecho de
que hoy en día una persona corriente queda definitivamente separada de todo
aquello que hace referencia a una reflexión sobre lo bello y lo eterno. La
moderna cultura de masas —una civilización de prótesis—, pensada para el “consumidor”,
mutila las almas, cierra al hombre cada vez más el camino hacia las cuestiones
fundamentales de su existencia, hacia el tomar conciencia de su propia
identidad como ser espiritual. Pero el artista no puede, no debe permanecer
sordo ante la llamada de la verdad, que es lo único capaz de determinar y
disciplinar su voluntad creadora. Sólo así obtiene la capacidad de transmitir
su fe también a otros. Un artista sin esa fe es como un pintor que hubiera
nacido ciego.
Sería falso decir que
un artista “busca” su tema. El tema va madurando en él como un fruto y le
impulsa hacia la configuración. Es como un parto. El poeta nada tiene de lo que
pudiera estar orgulloso. No es dueño de la situación, sino su vasallo, su
servidor; la creatividad es para él la única forma de vida posible, y cada una
de sus obras supone un acto al que no se puede negar libremente. La
sensibilidad para la necesidad de ciertos pasos lógicos y para las leyes que
los rigen sólo aparece cuando existe la fe en un ideal; sólo la fe apoya el
sistema de las imágenes (o, lo que es lo mismo, el sistema de la vida).
El sentido de la
verdad religiosa se da en la esperanza. La filosofía busca la verdad
determinando los límites de la razón humana, el sentido del actuar y de la vida
humanos (y esto es válido incluso en el caso del filósofo que llega a la
conclusión de que el actuar y la existencia humanos carecen de sentido).
Al contrario de lo que
se suele suponer, la determinación funcional del arte no se da en despertar
pensamientos, transmitir ideas o servir de ejemplo. La finalidad del arte
consiste más bien en preparar al hombre para la muerte, conmoverle en su
interioridad más profunda.
(En "El arte como ansia de lo ideal",
incluido en Esculpir en el tiempo,
Rialp, Madrid, 1991)
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