domingo, 9 de enero de 2011

Mucho pedir

La semana pasada el suplemento literario del New York Times publicó una serie de reflexiones acerca de "Por qué la crítica importa". En casi todos los textos (firmados por Adam Kirsch, Sam Anderson y Stephen Burn, entre otros) se traslucía una advertencia por el estado de un género al que Internet ha banalizado, degradado y distorsionado. El catalán Valentí Puig reacciona ahora con un texto que reproduzco más abajo. Indirectamente, aplicado a la crítica de cine en el ámbito local, el tema ya había sido abordado aquí mismo un tiempo atrás. En un país donde lo que importa no importa, que conste como mensaje en una botella.

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LA CRÍTICA VALE

Por Valentí Puig

Muy mal tienen que andar las cosas para que The New York Times recuerde que el primer deber de un crítico de libros es escribir bien. La fase de la crítica como microondas amenaza con ser más larga que una glaciación. El crítico microondas no quita ni añade nada, sólo escribe para sentirse más listo que otros críticos, para las editoriales o para la imposición de un terror liliputiano. No importa orientar a los lectores ni tratar equitativamente a los autores de los libros. Es decir: importa poco la claridad y la belleza con que se escriba una reseña, puesto que la prioridad es un ego tal vez enfermizo, seguramente mal ubicado.

Para quien ame escribir sobre libros el paisaje ha acabado siendo semejante a un catálogo de prótesis. Lo que fue uno de los mejores oficios del mundo, asoma de nuevo en los antiguos debates sobre la agonía y el resentimiento. Incluso reaparece un argumento de repertorio: el crítico es alguien que critica porque no consigue crear. El argumento casi siempre fue injusto porque considerábamos que la crítica era, por sí misma, un género creativo. En las páginas de aquel gato ronroneante que fue Sainte-Beuve siempre hubo la vitalidad de un análisis sobre la palabra y la forma literaria. Es más, también escribió una novela tan frágil y nacarada como Voluptuosidad. La crítica es parte de esa larga conversación que mantenemos con los libros, el autor, el lector y el crítico. Lo que puede ser un encuentro de civilización amaga con convertirse en la soledad sin grandeza del microondas, la lectura carente de magnanimidad y fair play. Es como si la crítica hubiese quedado reservada para postadolescentes necesitados de demostrarse que en los pasillos del instituto nadie da mejores codazos. Mientras la vieja Roma arde, la temperatura del microondas ni tan siquiera caldea el gélido vestíbulo donde antes nos esperaban los grandes libros para reavivar la pasión y el amor. Al final de una crítica devastadora con demasiada frecuencia aparece la figura solipsista de un microondas entre grasoso y carbonizado. La crítica va cristalizando mal, torpe y opaca.

Según The New York Times, ha finalizado la era de la evaluación, del crítico olímpico como árbitro cultural. La inmediatez populosa de internet ha llevado la crítica al policentrismo. Quizás sea así, pero al final uno acaba fiándose más de unas críticas que de otras, porque el nervio de la escritura, la amplitud de referencias y la predisposición a valorar los logros de la literatura de verdad por encima de sus defectos no son rasgos que puedan simularse. Una redistribución de los poderes de la crítica no es buena ni mala, si el crítico aporta forma y sustancia con lo que escribe sobre los libros que lee. ¿Es mucho pedir que los críticos piensen justamente y escriban bien? En época de crítica microondas ya es mucho pedir que lean.

La Vanguardia

4 comentarios:

  1. Que escriba bien y que sea creativo todavía vaya y pase...es una exigencia que debería estar en la tapa pero que uno comprende que no esté siempre. Ahora bien, tener que pedirle al crítico que lea o que observe o que oiga...habría que hacer juicios sumarios y paredón. El crítico que no lee lo que va a comentar (y hay muchos...)y pretende simplemente hacer su obrita ingeniosa equivocó el camino: debería estar creando su propia "obra". Cuando escucho que a los críticos les falta humildad creo que viene por ahí: no se colocan al nivel de la obra que van a comentar, no tratan siquiera de entenderla, muchas veces no la leen, no la respetan. Si el inicio del camino no es el respeto no creo que se pueda despreciar luego con propiedad. ¿qué conversación amena e inteligente podés tener con alguien, sea persona o libro, si no empezás situándote a su lado?

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  2. Apoyo la moción de los juicios sumarios y, sobre todo, el paredón para:

    1) los cagatintas que solapean;
    2) los reseñistas que siempre se ubican por encima de lo que comentan;
    3) los listillos recién salidos de la Facultad de Humanidades, Opción Letras, que salen a aplicar al mundo las recetas recién aprendidas como si fueran las tablas de la ley.

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  3. Juaaaazzzz, sobre todo la 3 me resulta conocida...recuerdo cuando Moisés Achugar hacía aprender las tablas a pura "seducción"....

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  4. Pues sí que sedujo incautos ese Mefistófeles. De hecho, hoy les estamos pagando el sueldo al regimiento que se llevó con él al MEC. Nada peor que un intelectual converso en cuadro populista.

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