martes, 8 de marzo de 2011

Dos potencias

El polaco Stanislaw Lem, de cuya muerte se cumplen cinco años el próximo 27 de marzo, fue uno de los escasos escritores de ciencia-ficción provenientes del ex bloque socialista que lograron trascender en Occidente, en parte como consecuencia de la epifánica adaptación de su novela Solaris que realizó Tarkovski.

En uno de sus ensayos más conocidos, promovió una encendida defensa de Philip K. Dick ante la incomprensión y ceguera de los críticos estadounidenses. En un pasaje de ese ensayo, titulado “Philip K. Dick, un visionario entre charlatanes”, Lem vuelca un razonamiento que podría aplicarse a su propia obra:

“Los críticos y lectores que esgrimen como argumento contra Dick su ‘impureza’ dentro del género son tradicionalistas fosilizados. Una actitud equivalente sería exigir que los prosistas escribieran con el estilo de Zola y Balzac, y nunca de otra manera. A la luz de las anteriores observaciones, se puede comprender mejor la peculiaridad y singularidad del lugar que ocupa Dick en la ciencia ficción. Sus novelas confunden a muchos lectores acostumbrados a la ciencia ficción estándar, y generan quejas tan ingenuas como iracundas que aseguran que Dick, en vez de proporcionar ‘explicaciones precisas’ a modo de conclusión, en vez de resolver enigmas, barre muchas cosas debajo de la alfombra. En el caso de Kafka, las objeciones equivalentes consistirían en exigir que La metamorfosis acabara con una ‘justificación entomológica’ explícita, que dejara claro cuándo y bajo qué circunstancias se transforma un hombre normal en un insecto, o que El proceso explicara de qué se acusa al señor K.”

Las posiciones críticas de Lem respecto al canon de la ciencia-ficción le valieron la expulsión, en 1976, de la SFWA (Science Fiction Writers of America), una anécdota bochornosa que levantó protestas de otros escritores y un intento fallido de regresarle la membresía.

Mientras tanto, Lem venía manteniendo con Dick un vínculo epistolar desde comienzos de los años setenta, que la paranoia del estadounidense se encargó de enturbiar con una carta que envió al FBI en 1974 (aquí en inglés), denunciando al colega polaco de una conspiración internacional.

En un completo artículo de Luis Pestarini en Cuasar (reproducido aquí) se lee lo siguiente:

“Hacia fines de 1972, (…) Stanislaw Lem, ya entonces un autor reconocido, le solicitó a Dick autorización para publicar Ubik en polaco. Lem era un gran admirador de la obra de Dick, a quien consideraba el único contemporáneo de valía en el campo de la ciencia ficción. Pero por las restricciones de intercambio monetario que existían entre el bloque oriental y el bloque occidental, Dick no pudo cobrar los derechos de publicación y acusó a Lem de fraude. Hasta aquí, sin embargo, no se puede decir que esto implique un episodio paranoico porque suena lógico que el autor de Ubik reclamara sus regalías.

La obra de Dick había comenzado a atraer la atención de la crítica académica en los Estados Unidos y Francia, en particular la crítica marxista. En 1974 fue visitado por un reducido grupo de críticos entre los que se contaban el francés Richard Pinhas y Peter Fitting; además, había tenido contactos con Darko Suvin, un yugoslavo residente en Canadá, y el austríaco Franz Rottensteiner, agente de Lem. Cualquier cosa le venía bien a Dick para desarrollar un esquema de persecución, incluso una carta de un aficionado de Estonia, entonces la Unión Soviética, que había leído su obra en polaco.

Dick llegó rápidamente a una conclusión: Lem era un agente de la KGB al mando de una amplia organización que incluía a Suvin, Rottensteiner y Fitting, todos nacidos fuera de los Estados Unidos, bajo una ‘cadena de comandos a la orden de Lem en Cracovia, Polonia, un funcionario del partido totalitario’. La intención del grupo del Partido de la Cortina de Hierro era ‘obtener monopólicas posiciones de poder desde las cuales pudieran controlar la opinión a través de ensayos crítico y pedagógicos, convirtiéndose en una amenaza a todo el campo de la ciencia ficción y su libre intercambio de ideas’. Según afirmaba, su vida estaba en peligro y Lem y su conspiración planeaban secuestrarlo y lavarle el cerebro.”

El escritor Francisco Casavella narra en un artículo un hecho similar. Aunque no consta fecha, la lógica de los acontecimientos apunta a que debe haber ocurrido simultáneamente al anterior:

“Tras un breve intercambio epistolar, Lem propone a Dick una visita a Polonia para impartir unas conferencias y cobrar unos derechos de autor paralizados en aquel lado del telón de acero. Entonces Philip K. Dick vio la luz: Lem no era Lem, sino LEM, una célula de espionaje y agresión política cuya misión era adularle primero y secuestrarle después para evitar que el ‘visionario’ revelase al mundo el Gran Secreto: una larvada sovietización de Estados Unidos por el mayor y más intrincado agente comunista que jamás haya existido: Nixon.”

Aquí el sitio "oficial" de Lem y aquí una entrevista.

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