Volvamos a La broma infinita, esa novela-río-océano-cosmos de David Foster Wallace, fragmentariamente leída y no obstante eternamente admirada. Uno de sus personajes principales es –in absentia– James Orin Incandenza, quien al comienzo del relato ya se ha suicidado introduciendo la cabeza en un microondas.
James era un cineasta vanguardista que dejó para la posteridad una vasta filmografía que muy pocos –o nadie, en varios casos– tuvieron la oportunidad de ver. En una de las notas al pie más largas de las decenas (¿cientos?) con que cuenta la novela, nos enteramos de los títulos y temas de los setenta films que Incandenza había realizado, entre los que había documentales, arte conceptual, publicidad, institucionales, divulgación científica y ficciones no narrativas.
Algunos de los títulos eran “Union Of Theoretical Grammarians In Cambridge”, “Zero-Gravity Tea Ceremony”, “The Night Wears a Sombrero”, “Pre-Nuptial Agreement Of Heaven And Hell”, “Wave Bye-Bye To The Bureaucrat” y “The Man Who Began To Suspect He Was Made Of Glass”, además de varias versiones de algo llamado, justamente, “La broma infinita” (“Infinite Jest”).*
Ahora, la galería LeRoy Neiman, de Virginia, EE.UU., ha encomendado a un grupo de creadores y videastas la filmación real de esas películas imaginarias, en un gesto que puede leerse no solamente como un homenaje a la brillante inspiración de DFW sino además como una apropiación vívida de su arte y una proyección en abismo de sus métodos escriturales. La exposición de esos trabajos, bautizada A Failed Entertainment, tiene lugar en estos días.
* Hace muchos, muchos años, antes de que supiera de la existencia de DFW, un individuo uruguayo, a quien llamaremos “Monguito”, hoy semi desaparecido, también inventaba falsas biografías de cineastas. Las publicaba, junto a las respectivas falsas filmografías, en un libelo fotocopiado que se hacía llamar “El Garrote”. La publicación, que se realizaba en medio de abundantes ingestas de alcohol, lo cual era evidente en los resultados, llegó a salir durante casi tres años a principios de este siglo, con una periodicidad totalmente irregular e irresponsable. Las fotocopias se hacían en el lugar de trabajo de uno de los cómplices de “Monguito”, a quien llamaremos “Mongazo”, y sólo a veces las pagaban. La venta se realizaba de manera semi clandestina, aunque hubo algún negocio de discos o algún kiosko que, tal vez por piedad, se animaba a venderlo. “Mongazo” fue el culpable de la desaparición de “El Garrote” cuando tuvo la peregrina idea de brindarle un ejemplar –sin cobrárselo, además– a quien consideraba su socia y amiga, un ser del Averno a quien no llamaremos de ninguna manera porque los involucrados han decidido sepultarla. Pero héte aquí que este Ser del Averno se erigió, cual Torquemada, en portavoz de la moral pública y privada, y decidió denunciar a “Mongazo” en donde creyó conveniente para prenderlo fuego, con "El Garrote" como excusa. No lo logró, pero por primera vez en su vida "Mongazo" se vio obligado a averiguar para qué están los abogados. En solidaridad, "Monguito" estuvo de acuerdo en cerrar "El Garrote". "Monguito" y "Mongazo" siguieron siendo amigos, pero ambos tienen serios problemas psíquicos que, un año sí, otro no, los hacen incompatibles. Bonita historia, oiga.
1) En donde yo estoy ahora, el código es: decime donde está esa escoria que la arruino!!
ResponderEliminar2) Muy bonita historia, de amistad entre Monguito y Mongazo.
3) DFW, era un monstruo (aunque no leí nunca La Broma Infinita, si La niña del Pelo Raro y otras cositas.
4) Pessoa era un maestro de inventarse obras y autores imaginarios (Hasta el mismo fue objeto de soberanos equívocos)
5) Vaya para DFW, Monguito, Pessoa, Borges y Mongazo el agradecimiento de la fantasía, del sueño, de la imaginación, de la mentira, que allí está el arte.
Castrato, agradezco su gentileza. Ya Lorre me puso al tanto de que tiene consigo la copia que le pedí. (Suena medio en clave y arcaico como para acostumbrarse a los tiempos que se vienen)
ResponderEliminarDe nada, Miss Mary. Un humilde servidor queda a sus ordenes.
ResponderEliminarRecién leo el post!!! Conozco bastante a Monguito, Mongazo y al ser del Averno y a aquellos días de aventura clandestina, con abogados incluídos, esos seres odiosos que solo sirven para arruinar la felicidad de la gente.
ResponderEliminarPues hay que decir, Miss Mary, que la mala reputación de esos sujetos y esas sujetas, muy frecuentemente asociada a prácticas de baja estofa y a una utilización de la labia que sólo puede compararse a la de un tendero estafador, lejos de aventarlos y aventarlas, ha servido de acicate para que nuestros muchachos y nuestras muchachas se amontonen en las aulas de nuestra magna Universidad de la República como en ninguna otra carrera terciaria, y ya desde allí adquieran las finas artes que en un mañana los transformará en chicaneros y chicaneras diplomados y diplomadas. Por lo pronto, me consta que Mongazo les está agradecido. Y Monguito también, aunque eso depende de cómo le pega el Rivotril.
ResponderEliminar¡Qué bella pintura de un oficio tan innoble!
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